Hace unos años, por estas fechas, acudió a la Casa de Cultura de Llanes una señora para participar como ponente en uno de los actos del Día Internacional de la Mujer. Al principio, parecía que todo iba sobre ruedas. A ella -que tenía una bien ganada fama de activa feminista- se la veía encantada. Entró como una malva en el salón de actos, como flotando, con una sonrisa beatífica, y, mientras saludaba a unas y a otras, acertó a fijarse por el rabillo del ojo en los cuadros que adornan las paredes del salón principal. Y ahí surgió un cataclismo. Miró las imágenes y las remiró, con giros de cabeza a izquierda y derecha que se fueron haciendo cada vez más compulsivos. Empezó a cambiar de color y a incendiársele la mirada: «¿Y cómo es que no veo aquí ni una sola foto de muyeres?», preguntó en un tono que envidiaría el juez Garzón. Si hubiera estado allí en aquel momento el corsario Barbarroja, por muy machote de pelo en pecho que fuera, también a él se le habría erizado el cabello.

Alguien le explicó a la buena mujer que la selección de 23 retratos de llaniscos ilustres ante la que estábamos la había hecho Manuel Maya, director del semanario local, y que había sido colgada en septiembre de 1997. Yo me atreví a apuntar que lo que estaba contemplando era una galería de gente de indudable mérito, nada de jarcia, como decimos por aquí, aunque se echan en falta, eso sí, rostros de mujer. Añadí que se podían haber colocado allí, sin que desmerecieran en modo alguno, fotos de nuestro álbum íntimo, de vecinas populares y queridas, que fueron paradigma de trabajo, de honradez, de lucha contra la adversidad y de llanisquismo, como Esperanza Díaz de Cámara, o como María Jesús Goti Somohano («Chucha la Churrera»), o como mi abuela, Aurora, «la de Pedro el Sordu», o como Pilar Pérez Bernot, «la de la Pilarica», que hizo de su pequeño comercio de ultramarinos, desde los años 40, la mejor promoción de los productos típicos de la comarca. He ahí tres nombres de oro, para empezar. La mujer pareció quedarse algo más tranquila, se concentró en lo suyo y pronunció una brillante conferencia.

Pasado un tiempo desde entonces, se nos hace que la carencia que la encolerizó en los prolegómenos de su charla no deja de ser un problema menor que debería tener fácil solución. Aquí lo que sobran son mujeres eminentes y echadas p'alante. Se nos ocurren unos cuantos ejemplos, susceptibles de poder añadirse a la galería de llaniscos y llaniscas ilustres: María de la Salud Bernaldo de Quirós, «Eca» (la primera española que obtuvo el título de piloto de aviación); María Luisa Castellanos (escritora, autora del libro esencial «Llanes, baluarte de gracia», editado en México en 1963); María Luisa García (una de las pioneras de la fotografía profesional que dio Asturias); las abnegadas monjinas del Hospital y de la Residencia Faustino Sobrino, que tantas miserias aliviaron y alivian; la maestra y política socialista Veneranda Manzano; María Josefa Argüelles, marquesa de Argüelles; Martina Bueno (la primera actriz profesional nacida en Llanes); Ana Sánchez Pandal, natural de Meré, perteneciente a la primera promoción de mujeres que se incorporaron a la Marina de guerra como oficiales (actualmente está al mando una patrullera); y, por supuesto, Dolores Álvarez Campillo, la primera que alcanzó en la historia la alcaldía de Llanes. (Seguro que al buen Lolo Maya, de todos modos, se le ocurrirían hoy muchos más nombres).