Las apariencias engañan, aunque no siempre sea así. Efectivamente, no siempre que vemos a alguien vendiendo cupón hemos de suponer que esa persona es ciega, es más, también es cierto que «no hay mas ciego que el que no quiere ver». Hace años conocí una mendiga que frecuentaba varias ciudades asturianas siempre que en ellas se celebraba algún evento que atraía la asistencia multitudinaria de gente, podía ser una fiesta o un mercado. Tenía una técnica depurada, lo barría todo, pedía a todo el mundo, pero no insistía, así es que su «ratio» de recaudación era elevadísimo. Era una pedigüeña profesional. Con el tiempo me enteré que tenía dos casas en un pueblo de Galicia cerca de la frontera con Lusitania. Genoveva «la probe», la llamaban. Pero para «pobres ilusos» los que le aportaban la correspondiente limosna sin saber que tenía más perres que ellos mismos.

Aunque nos equivoquemos, y para bien o para mal, en este país tendemos a poner etiquetas a todo quisque. En cuanto alguien saca la cabeza ya estamos pensando en si esa persona es socialista o popular, madridista o culé. ¡Qué gran error! Aquí todo el mundo es «culpable» hasta que no se demuestra lo contrario. Con razón o sin ella, cuando te cuelgan un «sambenito» cuesta un triunfo desprenderse de él y, en muchas ocasiones, lo llevas de por vida. La maledicencia de lo ibérico es proverbial, se dice que la envidia es el deporte nacional. Hundir el prestigio o la buena imagen de una persona es fácil, solo consiste en dejar caer una infamia sobre su currículo para que la inercia de la crueldad social la multiplique y la propague sin piedad. Da igual que algo presuntamente difamatorio contra alguien llegue o no a los tribunales, la sentencia popular es inmediata desde el momento en que la noticia está en la calle y, además, casi siempre es condenatoria. Nos encanta sacar trapos sucios de nuestro prójimo y, luego, refocilarnos en las consecuencias que ello reporta al perjudicado. Creamos la llaga y después ahondamos en ella, intentando hacer el mayor daño posible.

Esto es lo que viene ocurriendo en los últimos tiempos en la vida sociopolítica de este país. ¿Quién viste al presidente valenciano?, ¿viaja el español en aviones del Ejército?, y el que lo fue de Andalucía ¿favoreció a su hija con subvenciones públicas?, ¿por qué Federico llama a Rajoy «Maricomplejines»?... En el fondo la respuesta a estos, y otros, interrogantes nos importa a todos un pimiento porque no vamos a ser más o menos felices porque las respuestas resulten positivas o negativas. Lo que ocurre es que, de no ser por estos affaires, no tendríamos de qué hablar y, con toda seguridad, estas páginas y los espacios televisivos y radiofónicos se verían, todos ellos, privados de más de la mitad de sus contenidos, se consumirían menos medios de comunicación, como consecuencia de ello habría menos publicidad, menos consumo, menos trabajo. Por eso Duke quiere proponer a Gobierno y oposición, como medida para combatir esta crítica situación por la que pasamos, que desde los poderes públicos se aliente, aún más si cabe, el libelo, la difamación, la calumnia y el descrédito del vecino. Repartir sambenitos a diestro y siniestro, ésta será la forma de aumentar los contenidos de los medios, la publicidad, el consumo, los puestos de trabajo... Creemos que ya se han puesto a trabajar en ello, aunque?, pensándolo bien, sería mejor, y más saludable para todos, que utilizaran otros remedios más limpios y menos cruentos.