Durante los últimos meses, si uno se fija en las noticias económicas, se aprecia una lucha entre ofrecer aquellos datos indicativos de que la crisis persiste o mostrar la gama de brotes verdes, los «rayos de esperanza» que permitirían salir del agujero.

La consigna parece ser la de realzar la «luz al final del túnel»: que si mejora la confianza del consumidor, que si la caída de la producción de coches se ralentiza, que si la Bolsa está en positivo, que si aumenta el consumo de cemento (¿será por la mejora de las aceras del «plan E»?), etcétera. A ver si, así, reanimamos al consumidor y al empresario, para que empiecen a gastar e invertir.

El problema viene al observar tendencias de fondo. Por ejemplo, en Gran Bretaña. Es bueno recordar, como indicativo de la gravedad actual, que los tipos de interés del Banco de Inglaterra están en su nivel más bajo desde su creación, hace 315 años. Y que «regalar el dinero» no evita que, según el regulador británico, la economía inglesa no pueda volver a un crecimiento normal? hasta 2012 (¿recuerdan cuando Gordon Brown, tras salvar el sistema financiero en octubre, hablaba de una mejora para finales de 2009?).

Pero, bueno, la caída de tipos y otros brotes verdes deberían hacer que el consumidor gastara, ¿no? Pues? no, porque no puede. Según analistas como Nouriel Roubini o Jeremy Grantham, los países endeudados (como Irlanda, EE UU, España) deberán ser austeros y desapalancarse durante años, en un contexto de caídas salariales y aumento del paro? lo que frenará más el consumo. En cambio, los virtuosos, que producen más que gastan (China, Japón, Alemania), no deberían ahorrar tanto para tirar de la demanda. ¿Alguien cree que eso se logra con dos meses de subida de las bolsas, «planes E» de Zapatero o «megarrescates» bancarios?