El cristianismo creó Occidente. Su centro geográfico e histórico fue Europa cuyos habitantes lo trasladaron por todo el mundo con desigual éxito. Hubo errores pero el balance es positivo. Hoy Europa exporta nihilismo. Muchos son los que odian su pasado y el ámbito cultural heredado. De esa manera Europa camina al autosuicidio. Las tinieblas envuelven el horizonte del siglo XXI.

La verdad de lo que sucede es pavorosa. Se oculta en la mentira de la religión secular y la estatolatría en que han transformado a la política europea.

En medio de la oscuridad surgen luces esperanzadoras. A finales del pasado mes de mayo, el GEES (Grupo de Estudios Estratégicos) ha presentado un documento que analiza esta situación de derrumbe de Europa y propone medidas para evitarlo.

Es obvio que el indicador estrella de la degradación europea es la aceptación social, activa y pasiva, del aborto, la eutanasia y otras posibles barbaridades si continuamos en la pendiente deslizante actual. Lo central es la pérdida del «ethos» europeo del que se derivan graves problemas. Me referiré a cuatro de ellos: el desierto demográfico, la seguridad, la economía y el aparato institucional.

Los europeos no tienen apenas hijos. Son incapaces de garantizar el reemplazo generacional. Esto es muy grave y plantea problemas que se agudizarán a mediados de este siglo.

Los políticos no hacen frente a las amenazas internas y externas tanto en lo que se refiere a la criminalidad como al terrorismo. Tampoco son eficaces en el tratamiento de las amenazas del islamismo y de regímenes como el de Irán o Arabia Saudí. Por citar dos entre muchos. El primero sigue trabajando para fabricar armas atómicas y el segundo financia a grupos radicales que quieren extender la «Sharia» e integrar a Europa, a la fuerza, en la «Umma» islámica.

La posibilidad de una Europa dominada por el Islam es un hecho incontestable. Además de la demografía, la falta de carácter y el hedonismo europeo facilitará el éxito del proyecto dictatorial islámico que puede caer sobre nuestros hijos y nietos.

La economía europea respira socialismo por todos sus poros. Tenemos intervencionismo en prácticamente todos los sectores. La banca y la construcción, por ejemplo, están hiperregulados y faltos de libertad y competencia. El modelo laboral es rígido y perjudica a los trabajadores.

El aparato institucional de los estados está configurado por una «gobernanza» atenta sólo a la compra de votos y a crear empleo ficticio de «manos muertas» que se dedican, como es sabido, a estorbar las iniciativas y la creatividad de los emprendedores.

El Derecho se destruye con la legislación. El positivismo jurídico anega la libertad y es una fuente de medidas dictatoriales que secan las mentes y fomentan la dependencia y adoración del Estado de bienestar que ha degenerado en «Estado Minotauro», la nueva modalidad de totalitarismo.

¿Qué hacer ante este panorama? ¿Cómo evitar el declive económico y el derrumbe moral, ideológico, diplomático y estratégico europeo? Lo primero, no caer en el desánimo y crear plataformas en la sociedad civil. De la clase política no se puede esperar mucho.

Lo segundo es recuperar el «ethos» de Occidente que nos legaron nuestros padres y trasladarlo a las nuevas generaciones. La familia tiene en esto un papel relevante y los padres deben cumplir con su obligación de educar. No olvidemos que el «ethos» o la actitud subyacente en Europa se funda en el cristianismo y es lo que ha dado a los pueblos europeos el tono, el carácter, la calidad de vida, su estilo moral y estético y la disposición de fortaleza de ánimo.

En tercer lugar hacer frente a los problemas con decisión y realismo.

Es preciso consolidar el sistema de libre mercado, el más eficaz para eliminar pobreza, crear y repartir riqueza. Paralelamente reducir el furor reglamentario de las instituciones representativas y de las burocracias.

El gasto público y los impuestos tienen que reducirse a la mitad de su peso actual. Los servicios públicos deben dejar de proveerse por las burocracias políticas y pasar a ser gestionadas con eficacia en un marco de libre competencia. El aparato burocrático, como en España el del Estado de las autonomías, debe reformarse a corto y medio plazo.

«Los europeos -señala el GEES- deben dotarse de unos instrumentos militares adecuados para defenderse a sí mismos y para defender a sus amigos y aliados por el mundo». La revitalización de la OTAN como encarnación diplomatico-estratégica del vínculo occidental es incuestionable.

En fin, enfoques serios para solucionar los problemas graves como la dependencia energética, la inmigración ilegal y las mafias, la criminalidad, el tráfico de drogas, los abusos sexuales, embarazos de adolescentes y promiscuidad, etcétera.

Enorme tarea que debería fortalecer nuestro amor a los hijos y la esperanza en el futuro.