La evanescente posibilidad de que la obra ampliatoria de El Musel reciba fondos europeos para su sobrecoste ha cobrado un poco de cuerpo con el entusiasmo mostrado por el romano Antonio Tajani, comisario de Transportes de la Unión Europea.

Tajani es un latino jubiloso, fogoso, «tifoso», un tipo salado, que encanta con ese «itañol» -italiano y español- que dice hablar a su manera. El otro día le vimos en Los Pontones (Lena), ya que le invitaron al calado del segundo gran tubo de los túneles de Pajares. Entre que parece hombre proclive al regocijo y que en este país se mantiene el tic franquista de alabar al mandatario, la presencia de Tajani en el día de autos de la Variante hubiera servido para una hermosa escena berlanguiana o una felliniana. Los retratos de Berlanga son mas desgarrados; los de Fellini, en cambio, contienen más ternura. Vamos a quedarnos con éstos.

Total, que todo fueron alabanzas y pleitesías hacia Tajani en los discursos del ministro Blanco y del presidente Areces, suponemos que bajo esperanza de que, retornado en Bruselas, el romano comisario temple la frialdad y la dureza de los informes europeos que afirman que El Musel no merece ni un euro de vellón.

Pero hubo más. Las loas a Tajani en la intervención del ministro de Fomento nos dejaron perplejos. No porque no respondieran a sucesos recientes, sino porque José Blanco le agradecía desde un estrado situado en Asturias que la UE haya sentado las bases de los grandes ejes ferroviarios españoles de mercancías, ejes de los que precisamente Asturias ha quedado totalmente desvinculada, junto al resto del noroeste peninsular, al que ya se empieza a denominar el nuevo sur español.

No es que dicha secuencia sea de una gravedad extrema, pero nos parece muy poco apropiado exaltar al pastelero delante de los diabéticos. Dicho todo esto, Tajani ha dejado huella entre los nuestros. No le olvidaremos.