Cuentan que desde la Presidencia del Gobierno presionaron a Díaz Ferrán con los problemas de sus empresas para que firmara el acuerdo social. No me extraña. No me cabe la menor duda de que los problemas económicos que desde hace tiempo atraviesa el conglomerado empresarial del presidente de la CEOE le iban a jugar una mala pasada. No se puede estar pidiendo apoyo del Gobierno y al ICO para salvar su negocio y pensar que no se utilizaría como arma de presión. Máxime conociendo cómo se las gasta este Gobierno y cómo Díaz Ferrán ha dado jaboncillo a los socialistas. Sólo hay que recordar que unos días antes de las últimas elecciones generales el presidente de la CEOE anunció que el lunes siguiente a las votaciones se reuniría con Solbes en su despacho, dando por hecho que los socialistas ganarían las elecciones y que Solbes repetiría como vicepresidente. Era normal pensar conociendo los problemas económicos de Díaz Ferrán que le interesaba mucho que el PSOE volviera a ganar las elecciones y acabara de rematar su operación empresarial con el Gobierno argentino.

Pero, en fin, al margen de estas cuitas y de que el diálogo social es una broma que puso Zapatero encima de la mesa para no hacer lo que debe, no veo la necesidad de seguir dándole oxígeno. Ahora la CEOE va a pedir que se vuelva a reunir la mesa en septiembre. Y la pregunta es para qué. Ya ha dicho el ministro de Trabajo que no se van a pasar de ningún modo las líneas rojas, que son precisamente la reforma del mercado laboral, ni se va a llegar a la reducción de las cotizaciones sociales que piden los empresarios.

Dice Corbacho que es un dineral que pone en peligro el sistema de pensiones. Y lo dice el mismo día en que sabemos que el déficit se ha doblado en un mes y que lo ha hecho por razones absolutamente antieconómicas e incoherentes. Nos estamos gastando el dinero en subsidios, en obras locales y en otras zarandajas que no tendrían cabida en ningún país decente.

Por supuesto que, como dice Esperanza Aguirre, el presidente del Gobierno ha enseñado definitivamente su talante y ha dejado claro lo que para él significa dialogar. Un Gobierno serio dejaría de poner parches, de echar la culpa a todo el mundo y observaría horrorizado el drama de millones de personas para ponerse manos a la obra.

Déjense de escudarse unas veces en unos y otras en otros o siempre en el mismo, miren lo que ocurre en su entorno, valoren las razones por las cuales España se acerca a los cinco millones de parados, más del doble de la media de la Unión Europea, y en el Congreso, con los representantes de los ciudadanos, pacte unas reformas que nos alivien lo antes posible de este drama.