A chamusquina nos huele todo esto del H1N1. «Que no cunda el pánico», nos dicen desde las instancias político-sanitarias, «no es más que otra forma de gripe», vienen a concluir. Mientras tanto, en pleno mes de agosto, los chamanes de la OMS ya nos auguran malas perspectivas: «Para cuando se acabe la pandemia, se habrán contagiado 2.000 millones de personas en el mundo», aseguran. ¡Joder, qué fineza de cálculo!, gustaríame conocer al listu que hizo les operaciones pa llegar a esi resultáu tan redondu. Ni 1.500, ni 1850; no, son 2.000 los millones de paisanos y paisanes que van a contagiase con el virus esi de la gripe A. ¿Qué quieren que les diga? Pues, pese a lo que afirman desde aquellas instancias, les digo que estamos acojonados. Hagamos números, la población mundial en la actualidad ronda los 6.700 millones de personas, chino abajo, chino arriba, con lo que esos 2.000 son poco menos de un tercio del total, aproximadamente el 30 por ciento. Hoy, cuando le doy a la tecla, se han infectado 162.380 personas, de las que han muerto 1.154, lo que supone el 0,7 por ciento. Si confiamos en la estadística y aplicamos este porcentaje al número de personas que dicen que se habrán de contagiar, el resultado es escalofriante: morirán en el mundo 14 millones de personas o, lo que es lo mismo, el equivalente a la población de Noruega. Claro que esto aún no nos los han dicho porque tendrán al listu de la calculadora tirándose de los pelos par ver cómo yos lo cuenta.

Hoy mismo escucho en la tele que se está empezando a recomendar a los empleados de la sanidad que se vayan tomando ya sus vacaciones, a fin de estar preparados para cuando llegue el repunte de la enfermedad. El caso es que podemos ir pensando en que, cuando llegue el repunte, en una familia de tres miembros enfermará uno de ellos, en una de seis (no hay que olvidarse de los abuelos) lo harán dos, y así sucesivamente. Díjolo el rapaz de los números. Y lo que es aún peor, de cada cien enfermos morirá «casi uno» (0,7). Que nos cuenten cómo pué un paisano morir a «cachos», luego van a enterralu y va a saltar el médicu: «La pierna esa no la entierres que está viva». Pues bien, con todos estos pronósticos de los chamanes de la OMS y del guaje de la calculadora, la Consejería de Sanidad de aquí, de Asturias, va a sacar un protocolo pa combatir el fenómeno. No ye una vacuna, ésa va a tardar en llegar, ye un protocolo. No sabemos en qué consiste, pero con esi nombre, «protocolo», tien que ser la hostia. Suena a que los que se pongan malos van a dayos sopa de marisco, langostinos y cabritu, y pagayos unes vacaciones en la Riviera Maya (pa que se pongan más malos tovía). El caso es que, fuera de bromas, a nosotros que nunca nos toca nada, ni lotería ni cupón..., ésta seguro que nos toca sin necesidad de ir a buscarla a Sort. Cualquier día salimos por ahí, estornuda uno y ya se entamó: a sudar, a dolete tol cuerpo y a metete en la tu cama cinco días porque en el hospital no va a haber sitiu pa nadie. Ésa ye otra, gustaríanos saber quién se va a ocupar de los médicos y enfermeres que se contagien, y de los concejales, y de los diputaos y de los magistraos..., o pa esos no valen les estadístiques, o ellos ya se vacunaron por lo protocolario. Pues eso, déjense de protocolos y dígannos la verdad, no vaya a pasar lo que pasó con la desaceleración, que luego se convirtió en el mayor desastre económico de los últimos años.