Después de la resaca de las visitas culturales veraniegas, de las caminatas por ciudades y lugares interesantísimos, de las colas para ver museos o villas romanas como la de «La Olmeda», en Palencia, cerca de Carrión de los Condes (muy recomendable, por cierto, no dejen de visitarla si tienen oportunidad, la conservación de sus muchísimos mosaicos es impresionante); pues bien, después de este atracón de cultura, ya en casa, mi hija pequeña me pregunta: «Mamá, ¿qué hay que ver en Avilés?», en el preciso instante en el que acababan de pasar junto a nosotras dos grupos diferentes de extranjeros, en uno se hablaba inglés, en el otro francés.

En un principio me descolocó la pregunta, ¿de verdad los avilesinos no sabemos qué enseñar a nuestros visitantes?, ¿o es que mi niña es todavía muy pequeña y necesita conocer más su ciudad? Avilés es un museo al aire libre, como bien dice Alberto del Río insistentemente en sus artículos, es un conjunto urbano (y véase que recalco «conjunto») lleno de Historia. Porque precisamente ahí está la cuestión, no son los edificios singulares (que los hay) los que nos definen, sino esos mil años de Historia que nos acompañan, más toda aquella que intuimos desde la Prehistoria y los primeros pobladores.

Es muy difícil transmitir esa sensación histórica a través de las fachadas de los edificios o el trazado de las calles medievales, mucho más difícil si tenemos en cuenta lo poco que sabemos de nuestro pasado los propios habitantes de la ciudad.

Precisamente por ese motivo me resulta tan grato leer «La Hestoria d'Avilés», de Miguel Solís Santos, plasmada en viñetas de cómic. Es una forma agradable, sencilla (elemental también), de volver al pasado y revisar el presente. El autor pone imágenes a nuestra casa antes de que nosotros llegásemos a ella. Siempre es interesante saber cómo era todo lo que nos precedió, más triste es descubrir cómo será cuando nos vayamos. Un esfuerzo importante por acercar la Historia a todos, que podría llegar a muchos más.

Este texto, ameno, que entra por los ojos, podría ser el recuerdo perfecto que se llevasen nuestros visitantes, traducido a varios idiomas, entre ellos el castellano, sin menoscabo de su edición original, que aúna perfectamente Historia y cultura de esta villa, que asturianos somos y nuestra lengua nos pertenece, aunque la Historia más reciente nos haya apartado un poco de su camino.

No sé qué opinará de todo esto el autor, pero ahí queda mi sugerencia.