Victoria Beckham se ha gastado 350.000 euros en un día. En Milán. Así ayudo a la economía, dijo la artista. Es una frase irreprochable, todos ayudamos a la economía, aunque no todos estemos en condiciones de ser tan buenos samaritanos como la ex spice. Miras, por ejemplo, la pasta que te gastas en tu teléfono móvil al cabo de un mes -y sin usarlo gran cosa- y te invade un sentimiento de benefactor. Acabas de ayudar a la economía. No se sabe a la de quién, pero eso es secundario en las buenas acciones. Lo que es muy probable es que Ali Babá, al gritar Ábrete Sésamo, encontrara la cueva llena de teléfonos móviles. Cualquier cosa que tiene que ver con los teléfonos esconde su miga: también con los fijos. Así por ejemplo, la persona que con gran persuasión trata de reclutarte para que te apuntes a su compañía tiene el misterio de quien no volverá a aparecer nunca; a partir del momento en el que das el sí, esa voz seductora es reemplazada por una grabación que te dice qué número tienes que marcar según qué problema te aflige. Hay algo de matrimonial en eso. En estos momentos el problema de los más no es de contar por teléfono, es la cuesta de enero y punto. La pasta vuela. Das un billete de cincuenta euros en una tienda y la dependienta lo pasa por la máquina para cerciorarse de que es de los buenos. Luego te da la vuelta, en la que también hay billetes. ¿No te apetece decirle que, si no le importa, los pase también por la puñetera máquina porque tienes tanto derecho a desconfiar de sus billetes como ella de los tuyos?

Y es que la confianza es la base de la economía. Victoria Beckham tiene mucha confianza y, a partir de ahí, ancha es Castilla. Bueno, en este caso Lombardía, donde la deben de querer tanto como a Julia Roberts en las tiendas de «Pretty Woman» cuando Richard Gere daba a entender cuánto podía gastar; es decir, cuanta confianza podían generar él y su chica. La confianza, como el saber, ocupa lugar. Tanta inspiras, tanto vales. Desgraciadamente también inspiran confianza los termómetros que marcaban dos miserables grados en las calles de la city hace pocos días. Somos menos duros que nuestros ancestros, el confort va minando nuestra resistencia en la misma proporción en la que acrecienta nuestro conformismo. Así que si alguien se puede gastar en un día lo que muchos no ganarían en muchos años lo dejas pasar; que lo estudien los sociólogos del futuro. En cuanto al presente, ¿no se habló en su momento de un día sin móvil? Gran idea. (Des)movilización ya.