Tengo que empezar diciendo que esta expresión no es original mía, sino del entrañable Pepín Pola. Apuesto a que ustedes conocen perfectamente algunos calificativos asturianos para designar las diferentes clases de tontos: el faltosu (de poco juicio, retraído); el babayu (fatuo, engreído, que presume mas allá de lo que es aceptable); el mazcayu (grosero, necio y majadero); el fatu (lelo); el maizón (engloba a todos los anteriores pero tiene la característica de gran volumen físico) y no continúo consignando más porque, estoy seguro, queridos lectores, de que ya han identificado a personas habituales en el trato diario con alguno de estos singulares individuos.

Dentro de la política asturiana tenemos alguna nómina de estas criaturas, pero una de las que más abunda y que encontramos con cierta frecuencia es «el tontu mejoritu», que es aquel que, como su nombre indica, llevado por el afán de protagonismo, tiende siempre a mejorar lo que dice o hace el otro. Si, por ejemplo, tú te operas de un pie, él ya se ha operado los dos; si tienes un BMW, él dirá que tiene un Aston Martin; si llevas a cabo una inversión que te renta el 5%, él hace la misma pero presume de obtener una rentabilidad del 12.

Al inventarse mentiras para superar al otro, este tipo de necios, si se dedican a la política, pueden hacer mucho daño ya que incluso llegan a creerse sus propias fantasías. Bien es verdad que la naturaleza, que es muy sabia, tiene sus propias compensaciones y, en contraposición, suele hacer brotar otra criatura que los borra rápidamente de la actualidad y los sumerge en el ostracismo. Me estoy refiriendo a los «listos mejoritos» que, en general, aprovechando la debilidad del tontu, suelen ser más fiables y que, en la subespecie política, empiezan a emerger y proliferar al acercarse el período preelectoral.

Muchos de nosotros tenemos la percepción de que los políticos que lideran el PP en Asturias están agotados, no por estar cansados, sino porque (excepto el alcalde de Oviedo) no ganan nunca, dando la sensación de que están confortables en la oposición manteniendo esa actitud «low profile» que les permite ir viviendo con desahogo de esa profesión. A uno de los más representativos se le ha oído decir en privado que su aspiración es seguir «resistiendo» a ver si llega a ser diputado en Europa y jubilarse como tal. En este escenario, no nos debe extrañar que se proceda a sondear la posible aparición de un político de más fuste (el listu mejoritu) que desplace al otro y tenga más probabilidades de triunfo.

En la otra formación política de relieve, parece que no les sienta bien la competencia, hasta tal punto que algunos de los más relevantes llegan a no cruzarse la mirada, evitándose el saludo. Da la sensación de que son refractarios a que se produzca una renovación y reciclaje de ideas con el resultado de nombrar a un candidato (sea el que sea) que podamos calificar también de «listu mejoritu».

Por si sirve de algo, les diré que, en ambos partidos, el líder resultante tiene que ser más valiente a la hora de tomar decisiones, con un discurso y una estrategia más creíbles, con nuevas ideas, que sea capaz de desprenderse de esa falsa prudencia de que están revestidos los actuales, aprendiendo a escuchar y a mirar a los ojos (sé por qué lo digo) a los interlocutores, afrontando con decisión y sin rodeos los muchos problemas que tiene planteados esta región. Si reúnen estas características, sean bienvenidos los listos mejoritos.