Vemos mucho mérito en la labor profesional de César García Santiago (Grado, 1979). Este joven moscón se mantiene contra corriente en sus trece, es decir, en su idea romántica y solitaria (y tal vez descabellada) de ser editor de libros. Mira tú si no habría tenido a su alcance otras salidas profesionales más de toda la vida (mismamente la de ser maestro de escuela, para lo que estudió), pero no. Desde el principio lo que le tiraba a él era el vértigo del salto sin red del mundo de la edición y la investigación de aspectos inéditos de la cultura asturiana. Ya lleva dos años de andadura con su editorial La Cruz de Grado, y constituye un caso clamorosamente infrecuente entre los «ciudadanos-y-ciudadanas-de-este-país». ¿Será español, de verdad, este César García Santiago? (Desde luego, su excepcionalidad, que rompe todos los tópicos que circulan hoy sobre los jóvenes, hace que muchos le veamos, más bien, como un marciano caído del cielo).

Hasta el momento ha editado diez libros y tres revistas, y su ámbito de actuación no se circunscribe a su concejo natal, sino que se abre a una visión más amplia del asturianismo comprometido. Ha empezado a sacar colecciones como «Asturias histórica» y «Territorio Pramarense» (de temática local), pero también se ha aventurado en el terreno del conocimiento del medio («Naturaleza en Asturias: aves», de Miguel Ángel García Lado), y aun en el de la narrativa (ahí está la novela «Lobos de luna negra», de Celso Peyroux). Y entre uno y otro territorio, títulos como «Patrimonio olvidado. Hórreos y paneras en el concejo de Grau», de Gustavo Adolfo Fernández; «Drogas: la cura y el cuerpo», de José Ramón Bahamonde y Pedro Carlos Martínez; «Cousas del mío pueblo», de Tito Casado Agudín; «El bron de San Juan de Villapañada», de Álvaro Valdés Díaz, e «Idioma sportinguista», de Estefanía Suárez-Otero. En esa hoja de servicios figura incluso un cómic, «Domno», que recrea aventuras guerreras en la Asturias del siglo XII, con guión e ilustraciones de Javier Antonio Marinas.

Aun sin tener connotaciones religiosas, la elección de La Cruz de Grado como logotipo y marca empresarial podría causar extrañeza a primera vista, habida cuenta de los prejuicios contra la iglesia católica que se alimentan en algunos sitios (no nos extrañaría que, a cuenta del inofensivo nombre de su negocio, algún cafre intentara bloquearle el acceso al mercado), pero no es sino el nombre del barrio en el que nació el editor.

De entre todas esas publicaciones, para los lectores llaniscos habrá de suscitar un interés especial la reedición de «La Ilustración Asturiana», revista mensual editada en San Esteban de Pravia por Edmundo Díaz del Riego hace más de un siglo. Aquella publicación había visto la luz sólo durante los años 1904 y 1905, y llegó a alcanzar dieciocho números, que ahora van a aparecer recopilados por García Santiago en dos volúmenes. En el primero de ellos se recogen contenidos que nos son muy propios: una foto de la iglesia parroquial de Santa María, las semblanzas de José Posada Herrera y de José de Parres Sobrino, y la lista de los corresponsales con que contaba en la geografía regional «La Ilustración Asturiana», entre los que figura el nombre de Francisco Mijares Mijares, autor de uno de los títulos fundamentales en la bibliografía local: «Monografía geográfico-histórica del concejo de Llanes».