Se notó gentío de fuera en Gijón durante el puente de San José, aunque los más finos observadores también percibieron que tres mil o cuatro mil hijos de la Villa de Jovellanos se habían ido a la Villa y Corte, para meterse en el Bernabeu. Uno de esos asistentes comentaba ayer que «sí, que debíamos de ser todos esos, pero te metes en aquel pedazo de estadio y te pierdes». Por eso no hay como ir a los lugares pequeños si uno quiere ser consciente de sí mismo y de los seres vivos que le rodean amenamente. Tal vez los destinos urbanos asturianos tengan esa ventaja, que son abarcables y con el tamaño adecuado para que ni se saturen ni se vean desiertos.

Pero vayamos a lo del intercambio de viajeros entre este lugar y los espacios exteriores. Los hosteleros veteranos siempre se quejan de los puentes. Se les va la clientela habitual y la que llega puede visitarles o no según probabilidades propias de la lotería. Además, tenemos lo de la balanza comercial: los oriundos se gastan esos días el dinero fuera de la ciudad, y los visitantes, teóricamente, traen ingresos, pero parece que en cuantía menor a la del cliente fiel. En esto Gijón lleva las de perder a causa de la potente afición que suele acompañar al Sporting. Ya decimos que unos cuatro mil a Madrid, o cifras similares cuando el equipo local juega fuera de casa. El Ayuntamiento debería preocuparse, ya que normalmente calcula los rendimientos de un equipo de Primera en función de que ello sea un atractivo más para acudir a Gijón. Pero aquí tendemos a exportar el entusiasmo futbolero más que a atraer el de las aficiones ajenas.

Pasado el puente de San José, la incógnita es ahora el resultado que se obtenga con la Semana Santa. Las procesiones mueven a no pocos devotos, pero las aficiones sevillanas, zamoranas o vallisoletanas, por poner sólo algunas, juegan siempre en casa en los días santos.