Un pañuelo que cubre la cabeza, dejando la cara completamente al aire, es motivo de discordia al empeñarse una muchacha musulmana en llevarlo puesto en clase. Hay quien clama por la libertad para ponérselo mientras otros lo rechazan como un símbolo de sumisión intolerable. ¿Quién tiene la razón?

Los descubrimientos arqueológicos, las artes clásicas, los documentos históricos nos muestran que la humanidad siempre utilizó artilugios para adornarse, para resaltar su belleza, indicar su estado civil, su estatus en la sociedad o simplemente atraer concurrencia o mostrar diferencias. Collares, pendientes, broches, insignias, sombreros, pañuelos, pelucas y variados tipos de prendas acompañan a mujeres y hombres desde la antigüedad y constantemente. Generalmente fueron admitidos por las sociedades sin apenas incidentes históricos. Sin embargo, en los últimos tiempos han brotado controversias con cierto enconamiento entre distintos grupos de personas, ideologías, religiones y modos de convivencia.

La polémica surgida ahora ha dividido a la opinión pública española, aunque de momento es de rango suave, ya que en otros países europeos es objeto de debates parlamentarios, intervenciones de gobiernos y discutidas leyes. Aquí la controversia no reparte a la gente por partidos, religiones, sexos o edades; se muestra transversalmente y en cada bando se alinean personas de distintas ideologías, grados religiosos diversos, estatus económicos diferentes, cruces sociales que han avivado las discusiones. Según el Ministerio del Interior, los magrebíes aplauden que en nuestro país se disfrute de mayor libertad que en sus países de origen.

Un retroceso en los derechos humanos, ya implantados, sería la única razón para restringir el uso público del pañuelo discordante, el hiyab, pero creo que éste no es el problema. Muchas voces señalan su uso como símbolo de sumisión y eso choca con igualdad, derechos y democracia. Pienso que para resolver la situación es necesaria una investigación. Lo primero que se debe hacer es encontrar la razón primaria por la que la chica lo lleva.

Ella dice, tras días de tira y afloja, que lo quiere llevar y siempre lo llevará. Bien, si esto es verdad, no veo por qué no puede entrar en clase con el velo si no infringe ninguna ley. Por el contrario, si la investigación concluyese que es una imposición, familiar o religiosa, lesionaría tanto su libertad como moral y físicamente a la democracia, y el instituto tendría el deber de censurarla. ¿Se prohibiría que un alumno de origen escocés vistiese en clase una falda típica de su país? Podrían reírse sus compañeros, pero dudo que se le impidiese entrar a clase. ¿Se prohíbe a las monjas o a los obispos llevar la cabeza tapada? Creo que solamente habría problema si ocultase su identidad. La toca, el piercing, los pendientes grandes o con sonoros aros, la mantilla, el kipá o el capelo cardenalicio se permiten. No ocultan esa identidad. El hiyab tampoco. Los derechos son iguales para todos. Así es la democracia.