Andaba yo estos días de subidón porque la foto de Ibrahimovic y Piqué había conseguido que empezara a mirar al fútbol con otros ojos. La imagen, apta para todos los públicos, me atrapó: dos iconos del balompié español en un momento de gran ternura que puede ser perfectamente amorosa.

Aún más me gustó la jugada cuando, comentada con mis retoños futboleros, constaté orgullosa que no le concedían ninguna importancia al asunto de «chico quiere a chico», aunque ambos chicos procedan del ámbito futbolístico, atravesado todavía por lenguajes y actitudes de épica machota de la Maricastaña profunda.

Para rematar y como respondiendo a mis reflexiones, Pedro de Silva razonaba recientemente en estas páginas que el fútbol es un «hecho civilizador». Caramba.

Casi avergonzada de no haberme dado cuenta por mí misma del cambio y, en todo caso, feliz de que Ibrahimovic, Piqué y De Silva me hubieran abierto las meninges a la vanguardia futbolera? contemplo en televisión al sueco espetándole a una periodista «vente con tu hermana a mi casa y verás si soy maricón». Castañazo.

Vale, machote, queda claro: no quieres que pensemos que eres «maricón». Y yo espero que no lo seas -homosexual, quiero decir-, porque entonces mi desplome moral será aún mayor.

Bien pensado, aún puedo desmoralizarme más, porque seguro que habrá chicas dispuestas a ir -solas o con sus hermanas- a reírle las gracias a este muchacho, cuando lo suyo es ponerle la proa a ver si por la vía del boicot sexual comprende que no hace falta insultar para hacer una aclaración; es más, nadie está obligado a hacer aclaraciones sobre su vida íntima.

Es curioso cómo estos profesionales se someten con disciplina japonesa a las exigencias de sus respectivas empresas -el Real Madrid, por ejemplo, es la marca española más reputada internacionalmente, reconoce el ICEX-, van niquelados a todas partes, aceptan autógrafos y flases sin un mal gesto, alinean su discurso y participan en interminables giras de promoción.

Sin embargo, nadie les ha debido de decir que los tiempos cambian y que también incrementa la reputación de marca ser sensible y respetuoso con la diversidad que puede darse en el vestuario propio o en el ajeno.

Pues nada, volvamos a los neardentales futboleros antes de que se cruzasen con los sapiens. Y soñemos con que Manolo Preciado o Pep Guardiola, hoy paradigmas del liderazgo deportivo, algún día, en algún lugar, con cualquier pretexto, tengan un gesto hacia la diversidad sexual.

Sería estupendo para los homo, los hetero, ellos, ellas, grandes, niños, aficionados, hostiles? Ah, se me olvidaba, también le harían un inmenso favor al fútbol.