Esta última semana los vecinos de La Rondiella, pueblo de la montaña de Cudillero donde la despoblación es muy acusada, han estado trabajando para preparar sus fiestas de San Juan, teniendo como escenario una bien cuidada capilla -hoy, a las doce y media, sube a oficiar la misa solemne el cura de San Martín de Luiña- y una carpa adosada a la ermita que ya quedó instalada el miércoles, envuelta el otro día en una densa niebla que hacía que los vecinos mirasen hacia las Luiñas para tratar de presagiar si habrá lluvia en los dos días que se han programado para honrar al Bautista.

Se sube hasta La Rondiella arrancando por la carretera que desde San Martín conduce a Brieves, desviándose a la izquierda al llegar a San Cosme, que es un núcleo donde hace tiempo ya que han dejado a un lado, mayoritariamente, la actividad ganadera para orientarse hacia el turismo rural y para desempeñar trabajos fuera del pueblo. Hay que serpentear el monte por una carretera estrecha pero que tiene sus bordes limpios. Se llega a la vieja escuela del pueblo, que sería el escenario adecuado para la fiesta, pero que debido al abandono del que es víctima el centro donde aprendieron a leer y a escribir varias generaciones de vecinos no hay posibilidad de albergar en él ni las verbenas ni tan siquiera el reparto del bollo preñao. Hay promesa de reparación, pero no ha llegado aún.

Dos jóvenes de La Rondiella llevan ya siete años trabajando todo lo que saben y pueden, que es mucho, para que las fiestas de San Juan se mantengan vivas y no se pierda esta tradición anual, cosa que sucede en muchos pueblos a lo largo y a lo ancho de la comarca occidental. Las orquestas cuestan un dineral, los vecinos cada vez son menos, muchas casas están vacías y hay que echar mano de las consabidas rifas y solicitud de «derramas» por los pueblos más cercanos. Vicente García y Sergio Castro -el primero de ellos eficaz colaborador de otras fiestas de la comarca, como las de Arcallana y Foyedo de Valdés, así como de las de La Arquera de Salas- empiezan haciendo ya una rifa por Navidad para «ir consiguiendo algún dinero que luego nos viene muy bien para añadir al sorteo que hacemos ahora por San Juan, del que vendimos mil papeletas a un euro con opción a que el afortunado tenga como premio una comida para cuatro personas en El Sibarita de San Juan de la Arena, lo cual tiene mucha más aceptación que la ya consabida cesta o los habituales jamones».

Pero todo esto no bastaría para afrontar los gastos de una fiesta. «Vamos casa por casa tanto en La Rondiella como en algunos otros pueblos y tenemos también la ayuda de algunas firmas comerciales, ya que, por ejemplo, en San Cosme nos apoyan todos los años, y así llevamos ya siete organizando estas fiestas de San Juan, que sacamos adelante a base especialmente de trabajar en el bar de la romería, lo que lleva implícito que trabajemos de camareros casi cuarenta y ocho horas seguidas, porque la fiesta dura dos días, puesto que las iniciamos el viernes, con el bollo y la primera verbena, y finalizan a altas horas de la madrugada del sábado, día 5, en el que tenemos al grupo "Ideas" de Cornellana, que siempre supone un acontecimiento y arrastra a mucha gente. En esta ocasión hemos contratado también al solista Luismi, que es un buen teclista y cantante, para que no haya descanso alguno en la verbena del sábado y el público permanezca en La Rondiella hasta que salga el sol. También contamos con el grupo folclórico Pico San Marcos, de San Cosme».

Cuando a mediados de semana subí hasta La Rondiella estaban Vicente, el recién jubilado Jesús Arnaldo, su tío Félix y otros vecinos ayudando a preparar las instalaciones festeras, mientras que Sergio aparecía carretera arriba con un viaje de verde para el ganado, que en este pueblo es todo de carne. Después también se uniría a las tareas de organización y arriba, en todo lo alto, se oían los picos y las palas de otros jóvenes vecinos que trabajaban en uno de los pocos prados llanos que tiene el pueblo. Ya en el escenario de la faena pude ver cómo media docena de chavales estaban arrancando las piedras del escenario del partido de fútbol que se va a celebrar como variante deportiva de la programación festera. «No podemos reunir once contra once, pero se alinean los que van apareciendo y, al final, en la tarde del sábado, igual somos siete contra siete, que como el campo no es grande ya son suficientes. No queremos perder tampoco esta tradición de jugar un partido de fútbol el día de San Juan porque se viene haciendo desde hace años, desde que había mucha más juventud en La Rondiella».

Al bajar me encuentro con Carlos Castro, hermano de Sergio, que pregunta a Vicente a qué hora hay que ir al día siguiente a trabajar en el montaje de todos los preparativos de la fiesta, especialmente del bar, en el que ya está instalado el mostrador a base de tablones cedidos por cualquier vecino. «Como vísperas de fiesta a mí ya me ha tocado el premio -dice Carlos- porque acabo de comprobar que los lobos me han atacado un potro y ya voy perdiendo la cuenta de todas las reses que nos llevan matando las alimañas esta temporada, y me dice Armando el de Brañaseca que a él le acaban de descuartizar un ternero, a lo que hay que añadir todo lo que viene ocurriendo últimamente en Lendepeña, donde el ganadero de Cordovero de Pravia Pablo Selgas está a punto ya de quedar sin ganado alguno».

Benjamín García y su mujer Julia, padres de Vicente, viven en un caserío un poco apartado de La Rondiella. Su hijo me invita a conocerles y a dar buena cuenta de unos chorizos caseros de cerdo y potro que están exquisitos y sin darme cuenta estoy ya en el concejo de Valdés, puesto que hay un reguero antes de llegar a la casa que delimita este municipio con el de Cudillero. «Ya ves -concluye Vicente-, uno de Valdés organizando y manteniendo viva una fiesta de otro concejo». Pero aquí las fronteras no tienen la más mínima importancia. En La Rondiella lo que priva es el trabajo y el esfuerzo comunitario. Y todo para mantener viva una fiesta de San Juan en un pueblo que ha perdido muchos vecinos pero no sus señas de identidad. Y llego a la conclusión de que este sábado merece la pena subir hasta La Rondiella, donde hay muy buena gente, lo cual en los tiempos que corren es muy reconfortante.