En la plaza Monumental de las Ventas del Espíritu Santo (Madrid) 27.000 ciudadanos pueden llamar, y llaman, ¡burro! a un personaje que en la vida administrativa tiene el tratamiento de usía. Hay que reconocer que eso es una gozada impagable. Usía es el tratamiento que corresponde a un coronel del Ejército y no sé de ningún soldado que lo haya públicamente llamado ¡burro! Un espectador, por el simple hecho de haber pagado su localidad, puede hacerlo con un inspector o comisario del Cuerpo Nacional de Policía.

En tiempos en que el abucheo está a la orden del día, va el Gobierno y hace «zapping» con la fiesta taurina y la pasa al Ministerio de Cultura.

Solamente se han salvado de ser abucheados en una plaza de toros dos personajes de la profesión policial. Ambos muy conocidos: los comisarios Maigret y el inspector Carvalho. El primero, hijo literario de Georges Simenon (belga de nacimiento) y el segundo de Vázquez Montalbán (natural de Barcelona). Jamás se celebraron toros en Bélgica y en Cataluña puede que nunca más se vayan a celebrar.

Me siento como el Cid Campeador, que ganaba batallas después de muerto. Jubilado del periodismo taurino, me encuentro con que mi vieja aspiración se ha cumplido y que los toros dejaron de corresponder a Interior y han sido transferidos a Cultura.

Menos mal que no se los han llevado a Agricultura y Ganadería. A ver si pueden con ello.