La liturgia del Adviento nos fue llevando, a través de acontecimientos y personas, hasta el umbral del misterio de la venida del Señor. Atrás quedaron precursores y profetas, promesas y señales, para dar paso a la escena de la Anunciación. Sorprende el contexto en el que se desarrolla el momento cumbre, el más importante hecho religioso cristiano.

En torno a la Encarnación del hijo de Dios todo se desarrolla lejos de la solemnidad del templo y de los salones de los palacios, ni en las cancillerías de la diplomacia. La escena incluye una aldea perdida en las montañas de Galilea, desconocida y oculta en la inmensidad del Imperio romano, y una joven pareja, José y María, perplejos, confusos ante lo que está sucediendo a su alrededor. María, la prometida, no entiende nada, sumida en su estupor, asiente y aprueba lo que Dios le propone, salvadas la libertad y la voluntad humanas de María. José, el joven esposo, ante los acontecimientos duda entre la acogida y el repudio, entre la denuncia y el alejamiento, en un estado de ansiedad y angustia, que finalmente abrió el camino al misterio de la Encarnación: «Cuando José despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y tomó a María como esposa». La promesa de Dios está a punto de cumplirse: «La joven está encinta y dará a luz un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel». El profeta Isaías nos dirá que Emmanuel significa «Dios con nosotros».

La venida de Jesús no es una mera casualidad de la historia, sino un acontecimiento trascendental, con una larga preparación a través de los siglos, que hizo posible mantener la esperanza del pueblo oprimido por los vecinos más fuertes y más poderosos.

Los hombres hemos buscado a Dios en las realidades más inverosímiles: en los fenómenos naturales, en los animales feroces, en los lugares terroríficos. Hoy seguimos esa tradición primitiva y lo buscamos en la fuerza, en el dinero, en la fama a cualquier precio. Dios nos lo pone mucha más fácil y se sitúa dentro de cada uno de nosotros, facilitando el encuentro y el conocimiento mutuo. Jesús nos dirá, «el Reino de Dios está dentro de vosotros, volveos a mí y creed la Buena Noticia». Estamos en el pórtico. Hoy se anuncia. Mañana veremos su gloria. Estamos de enhorabuena. Por encima de las noticias tristes de nuestra historia y por encima de los aspectos más superficiales de las fiestas navideñas, los cristianos nos disponemos a celebrar que Dios ha querido entrar en nuestra historia y que permanece en ella. Feliz Navidad.