Aunque pueda parecer lo contrario, ni es un trabalenguas ni pretende serlo. Para los analistas ávidos de etiquetas bien podría ser la que encabeza la fórmula que defina ideológicamente a Foro Asturias. Y es que, sin perjuicio del ejercicio de transversalidad política que tan buenos rendimientos electorales le ha deparado, ése ha sido el hilo conductor en los discursos del ya presidente del Principado, desde el fundacional pronunciado el 2 de enero en el hotel Regente, hasta el de su toma de posesión del pasado sábado.

De las muchas referencias habituales a asturianos ilustres, dos han terminado por convertirse en el leitmotiv nada casual de sus intervenciones: Jovellanos y el Melquíades Álvarez del Partido Reformista. Nada casual en cuanto que ambos son elementos clave, cada uno a su manera, de los dos momentos en los que el regeneracionismo asume un innegable protagonismo en la vida política española: las Cortes de Cádiz y la Restauración. Como no es casual que los dos sean momentos de grave crisis institucional, motivado el primero por la invasión napoleónica y el asalto al Antiguo Régimen y el segundo por la decadencia de régimen ideado por Cánovas. Y sin que tampoco sea casual que ese protagonismo se despliegue en ambos casos a caballo entre el fin de un siglo y el comienzo de otro.

A nadie escapará la enorme carga simbólica que, desde el actual momento de crisis de esta Segundo Restauración, a principios del siglo XXI, implica tomar como referencia ideológica la doctrina política enarbolada por Melquíades Álvarez a principios del XX en plena zozobra de la I Restauración.

Sea como fuere, el propio Cascos dejó, a mi entender, sobradamente clara esa inspiración regeneracionista en este fragmento clave de su intervención: «Decía Ortega y Gasset, militante del partido de Melquíades Álvarez, que el problema que tenían los reformistas españoles es que ellos eran una generación sin maestros. Nosotros afortunadamente no, sabemos de donde venimos, tenemos espejos donde mirarnos, amamos nuestro pasado y queremos continuar la noble tarea histórica de hacer una Asturias mejor, más culta, más ilustrada, más justa y más próspera, donde no quepan ni la indignación, ni la marginalidad, ni la exclusión. Queremos, y lo decimos bien alto en esta noble Junta General del Principado, sentirnos orgullosos de ser asturianos».

En cuanto al regionalismo, invocaba Álvarez-Cascos, en su discurso del pasado sábado, «un aliento histórico regional muy fuerte que se remonta hasta Jovellanos», que «viene avalado por la peculiaridad histórica, geográfica, administrativa, cultural y lingüística de nuestra región» y que, partiendo de una concepción integral, fue dotándose de un matiz más económico, al que se sumó, entre otros, «el propio Melquíades Álvarez, que había fundado el Partido Reformista gracias al apoyo de algunos importantes empresarios e indianos asturianos, y que siempre puso su organización en defensa de los intereses económicos y políticos de Asturias».

Jovellanos y el Melquíades Álvarez del Partido Reformista, pues, como ejes de un aparato ideológico cuyo desarrollo deberá Foro Asturias afrontar, en un reto que evoca al asumido por Adolfo Suárez con UCD, desde el ejercicio del poder, circunstancia que, obvio es decirlo, comporta ventajas e inconvenientes de cuyo balance final dependerá, en gran medida, la viabilidad de FAC como proyecto político a medio y largo plazo.