Estados Unidos se ha convertido en el primo de riesgo. El mundo empieza a complicarse si tienes que dar limosna a los americanos y pedirla a los chinos. En las aulas, cuando introducíamos una moneda en la ranura situada en la parte posterior del cráneo de sus habitantes, alguien nos debió advertir de que contribuíamos a que China fuera un día el banquero mundial. Ha triunfado el capitalismo según Mao, y en América han dejado de funcionar las fábricas de los sueños, porque externalizaron su delirio onírico. La pobreza de muchos enriquece a unos pocos, pero a este paso no van a tener dónde disfrutarlo.

El escándalo de las agencias de calificación consiste en que su puntuación a los gobiernos supere a la que éstos obtendrían de sus gobernados. Zapatero cosecha mejor nota en Moody's que en Segovia's o en Vilanova & Geltrú's. Una vez que se ha confirmado que los americanos son tan pobres como los demás, los chinos han sugerido su receta mágica, déjense de democracias y su economía respirará mejor. Pekín llega tarde, el declive democrático ha conducido al hundimiento económico y no viceversa. Sin embargo, y antes de alegrarse de que Washington sea tan pobre como los demás, conviene recordar que el Imperio americano ha salido reforzado cada vez que se ha anunciado su sustitución por otro poder imperial. Una vez decretado el fin del mundo económico, lo lógico sería resetear el planeta y reiniciar el proceso. Por desgracia, no puedes empezar de cero si estás muy por debajo de ese antinúmero. La purificación es utópica, y ni los gánsteres que han emponzoñado las finanzas planetarias disponen de una solución, aunque fueron mantenidos en sus cargos con la excusa de que eran los únicos que conocían la salida del precipicio. Lo peor está por llegar, porque la deuda ecológica con la Tierra multiplica a la económica y su vencimiento es inminente. Acabo, y parto a donar mi óbolo a las contrataciones de Cesc y Neymar, a cargo de clubes que no pagan impuestos. Quieren resolver la crisis a patadas.