Démonos este lunes un descanso de políticas y otras densidades para refrescarnos con alguna frivolidad agosteña. Les propongo las revelaciones de Ana Obregón a la ciudad y al mundo que descubro en tres publicaciones.

-He decidido desnudar mi alma -confiesa-. Sólo callaré el nombre de alguien que estuvo conmigo durante años sin que nadie se enterara. Es muy conocido, pero no puedo decir quién es porque temblaría el país.

¿Quién puede ser? Ni se sabe.

Ana comenta después que Miguel Bosé fue uno de los hombres más importantes de su vida (¡cómo serían los demás!) y que tuvo una intensa relación con el príncipe de Mónaco sobre la que apunta algún detalle conmovedor:

-Diré todo lo que vivimos juntos. Alberto es muy sensible -asegura-. Se portó conmigo como un príncipe. Los dos somos Piscis.

El hecho de que la declarante manifieste su venturosa identidad zodiacal con el príncipe monegasco quiere decir que atribuye a la conjunción astral un significado aglutinante. Según el Diccionario Esotérico, los Piscis participan de lo que llama «la fusión mística», aproximadamente concordante con la versión de la actriz quien, no obstante, advierte que no le hubiera gustado ser princesa.

Ella se lo pierde. Y nosotros, la oportunidad de tener una española en el trono monegasco, que algo se caería. Como compensación, Ana cuenta que un joven director de hotel es su nuevo amor:

-Cuando nos conocimos, él no sabía quién era yo -confiesa sabiamente.

Las entrevistas -porque son tres- no tienen desperdicio:

-Se lleva que las cuarentonas estén con chicos de 20. Algunas lo critican. ¡Serán tontas!

Pero no se crean que Ana lo es porque, como bióloga, tiene hecha una tesina nada menos que sobre la mosca del vinagre. Ahora sólo queda esperar esas memorias que, con o sin mosca, harán temblar el país. Y mira que es difícil que España tiemble por algo.

Y menos, por nada.