La Universidad de Oviedo ha elegido rector o, mejor, lo ha reelegido: Vicente Gotor. Hace cuatro años logró una votación que estaba fuera de lo común y anteayer aún mejoró posiciones. El éxito ha sido tan superlativo y por dos veces que merece una reflexión indagatoria, por así decir.

En el haber de Gotor está, claro, su gran crédito como profesor universitario, tanto en la docencia como en la investigación. Con eso es suficiente para ganar unas elecciones, pero no para arrasar y por dos veces, así que creo que cuenta también el carácter que no sabría definir, pero valga decir que es una variante alotrópica de persona tranquila, empecinada y discreta. Le horroriza estar en el candelero, salvo que sea por algo bien justificado. Vamos, que no es un tímido.

Creo que de la Guerra Civil para acá no se dio un caso semejante. Gendín tenía una personalidad política, luego pública, muy marcada y no digamos Fernández Miranda o Silva Melero, que también fue ministro. Virgili era otra cosa, pero no rechazaba cierto populismo, aunque fuese intrauniversitario. Caso tenía vocación política y López-Cuesta era y es una figura multipública. Marcos Vallaure vivió tiempos de cambio y quizá tuvo más protagonismo del que quería, López Arranz era y es político, Gascón no, pero no rehuía el foro, y Julio Rodríguez y Vázquez ejercieron más de políticos que de rectores. Total que Gotor es la excepción y me parece que la Universidad de Oviedo y en general la Universidad española -que ha cambiado radicalmente en las últimas tres décadas- quieren un rector que encabece la institución y solucione problemas por encima de un rector que pueda cambiar el mundo o, al menos, el entorno universitario.

A Gotor le ha faltado -¡y qué falta!- considerar eméritos a los mejores y le ha sobrado eso del campus de excelencia: parece mentira que a un rector tan felizmente apolítico le hayan colado semejante cuento. En todo caso, la Universidad de Valdés está de enhorabuena.