Todo el mundo sitúa el origen institucional de la UE en la antigua CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) de 1951.

Hoy el carbón y el acero, en cuanto genuinos y determinantes sectores básicos, ya no son, ciertamente, lo que eran en la Europa de los cincuenta. Pero no nos equivoquemos: en Asturias siguen siendo, en 2012, absolutamente determinantes del trabajo, de la cultura, del progreso, de la imprescindible diversificación y del porvenir regional.

Los mineros, las empresas y las comarcas mineras llevan una lucha encomiable para romper la pretensión europea de cerrar las minas en 2018 que debería comprometer al futuro Gobierno regional y unir, en ese objetivo, a todos los asturianos. Mucho me preocupa, aquí, en Bruselas, que el Gobierno de Rajoy haya encomendado -y ya lo escribí- la delicada cartera de Industria y la Secretaría de Estado de Energía a quienes no se sienten comprometidos con la minería sino que se diría que operan en sentido opuesto, como auténticos enemigos del carbón español y, por ende, de Asturias. Deben saber ese ministro y su más alto empleado nombrado que los convencidos del carbón y del progreso de Asturias no nos vamos a dejar. Si desprecian al carbón, han de saber que los asturianos no se entregan y no se dejarán vencer.

El acero también está pasando un momento preocupante. Luis Ángel Colunga, el líder avilesino, responsable de coordinación sindical de los centros del magnate Mittal, con el que me crucé esta semana, en viaje a Luxemburgo, me avisa de cómo sus compañeros de cúpula sindical internacional quieren visitar el Parlamento y plantear su problemática. Tendrán todo mi apoyo, como ya lo tuvieron cuando se trataron las primeras deslocalizaciones y las sucesivas que siguieron. Hace algunos años recibí, en Estrasburgo, junto a otros colegas europeos, al antiguo director de Arcelor, M. Dollé, y a sus directivos, que se revolvían contra la OPA hostil del grupo Mittal. Ya entonces, mi buen amigo Goebbels, ex ministro de Economía de Luxemburgo, me advirtió de que no me fiara de aquellos caballeros que estaban dispuestos a venderse por sus «stock options».

En otras ocasiones también me crucé, en su continuo viaje de admirable luchador infatigable, con Laso, de Comisiones Obreras.

Ambos, Laso y Colunga, me parece que tienen clara la necesidad de aunar esfuerzos para mantener el acero asturiano.

Mucho hemos de agradecer, por encima de cualquier matiz menor, a quienes siguen en la brecha de defensa de los intereses de la industria básica asturiana, pues el carbón y el acero no son reliquias sino el objetivo de nuestras mayores esperanzas de evitar la pauperización de la región. Han de contar con un Gobierno comprometido y consecuente.

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