Socialistas e izquierdounidos han alcanzado un gozoso acuerdo según el cual los cinco diputados de IU sumarán sus votos a los 17 del PSOE para investir a Javier Fernández como presidente del Principado. La cosa puede quedar ahí o precisar de un apoyo más, el de UPyD de Ignacio Prendes, asunto sobre el que el portavoz de IU, Jesús Iglesias, ya ha dicho que allá se las componga el PSOE, en caso de que lo necesitase. A ver: poco tienen que sintonizar la UPyD de Rosa Díaz con IU; para la primera, la segunda es una fuerza disolvente y desestabilizante, y más cuando se aferra a afanes autonomistas.

Pero esa es la opinión de doña Rosa, ya que aquí, con todo el candor del que somos capaces, lo único que percibimos es que IU resulta un perfecto aparato conservador/refrigerador de las grandes proclamas de la izquierda histórica, aquellas que han quedado estudiadas en un reciente libro interesantísimo: «Palabras como puños. La intransigencia política en la Segunda República española». Cierto es que la obra recoge delicias, soflamas y mazazos procedentes de todos, ya fueran libertarios, comunistas, socialistas, radical-socialistas, la Esquerra, la CEDA, los monárquicos, los agrarios o los fascistas. Ya se sabe: tiempos en los que a los mítines acudía con revolver desde el más humilde anarquista hasta Gil Robles, como relata en sus memorias. Ahora bien, 80 años después, a Iglesias le ha sentado muy bien ese lema electoral de que es imperioso «parar a la derecha», versión actualizada del «no pasarán». Más aún, un joven de IU de Gijón causó revuelo hace unos pocos días asegurando que los Presupuestos de Rajoy eran «una declaración de guerra a los de abajo e incitan a respuestas menos pacíficas que la huelga».

Pero no vamos a sacar las cosas de quicio, ni aun intentado ser por nuestra parte fríos oyentes. De hecho, la miga del mencionado acuerdo de investidura está en que IU ha obtenido del PSOE, por ejemplo, el mantenimiento intacto de la sanidad y la educación públicas justo cuando Rajoy ha iniciado la conmoción de la cosa y no hay autonomía que sepa cómo esquivarlo.