Páginas y más páginas han sido dedicadas recientemente al fallecido Steve Jobs, fundador con Steve Wozniak y Ronald Wayne de una multinacional productora de equipos electrónicos y software. También muchas se le dedican a Mark Zuckerberg, creador con Eduardo Saverin, Chris Hughes y Dustin Moskovitz de la más conocida red social. El fallecimiento del primero, además de sus apariciones publicitarias de lanzamiento de sus sofisticados aparatos, y la salida a Bolsa de la empresa de correo electrónico, los problemas internos entre los socios y hasta su vida sentimental en el caso de la segunda empresa son materia de actualidad informativa.

Sin embargo estimo que ninguna de ellas debería ocultar una celebración que ha pasado casi inadvertida recientemente: el centenario del artífice de todo este mundo de la comunicación global. Alan Turing, el matemático, filósofo, lógico, investigador de la computación y criptógrafo londinense nació el 23 de junio de 1912. Fue uno de los científicos que lograron descifrar los códigos secretos usados por los nazis durante la II Guerra Mundial y adelantar su caída. Está considerado el padre de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna. ¡Casi nada en el mundo de hoy! Pero a pesar de haber tenido una existencia memorable casi nadie le recuerda o celebra los cien años de su nacimiento.

Después de su contribución a descifrar los códigos de Enigma, la máquina que componía las claves de las comunicaciones del ejército de Adolf Hitler, Turing diseñó lo que podríamos llamar un ordenador con programa digital en el Laboratorio Nacional de Física británico y luego, en la Universidad de Manchester, otra de las primeras máquinas consideradas como pensantes, es decir, lo que conocemos como Inteligencia Artificial.

Turing puso en práctica su idea de crear una máquina que procesase la información lógica. Un aparato teórico que manipula los símbolos taladrados en una cinta. A pesar de su simplicidad, una máquina de Turing se puede adaptar para simular la lógica de cualquier algoritmo (lo que la RAE define como un «conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de un problema»). En el lenguaje más simple, el robot más primitivo que funciona al cumplir unas órdenes mecánicas básicas introducidas por el hombre.

A partir de esas investigaciones el desarrollo de la ciencia ha llegado a nuestros días completamente revolucionado, la carrera científica ha cambiado el mundo de tal forma que en unas pocas décadas ha evolucionado más que en muchos siglos precedentes. Sin embargo apenas se recuerda a Alan Turing.

El padre de la Inteligencia Artificial tuvo un penoso final. A los cuarenta años fue procesado por ser homosexual. No se defendió de los cargos de «indecencia grave y perversión sexual» en un Reino Unido donde la homosexualidad era ilegal. Fue tratado con inyectables hormonales para suavizarle la libido. Su existencia fue cada vez más amarga y dicen que llegó a plantearse un silogismo que contraponía su inteligencia con su tendencia sexual. Dos años después de la sentencia apareció muerto en un ambiente misterioso donde no faltó la versión del asesinato aunque oficialmente se suicidó al morder una manzana envenenada. Un final que parece envenenó su memoria.