Uno de cada cinco chicos de quince años no sabe leer. Entendámonos: sabe ligar que la pe con la a, pa. Pero es incapaz de entender correctamente el significado de un texto normal, los que se encontrará en la vida diaria, por ejemplo, cuando busque trabajo. Entonces se verá traicionado por un vocabulario limitado y por un desconocimiento de los mecanismos de la sintaxis, que de alguna manera son los mecanismos del pensamiento: subordinación, relatividad, condicionalidad.

El dato de uno de cada cinco es el general de la Unión Europea, y el de España se sitúa en la misma franja, con un 19,6%. Como estamos hablando de un promedio, conviene localizar los extremos. Uno de ellos se encuentra en Finlandia, la mítica Finlandia que selecciona sus maestros entre los mejores universitarios, donde el porcentaje baja hasta el 8,1%. El otro extremo se encuentra el remoto oriente comunitario, las danubianas Bulgaria y Rumanía, donde los jóvenes con graves dificultades para leer constituyen el 41% del total. La presencia de los antiguos satélites soviéticos en la Europa de los 27 ha provocado el estiramiento de muchas medias estadísticas, a causa de su atraso. Gracias a ellos España se encuentra hacia la parte media de muchas listas, e incluso por encima de la media en otras. Sin ellos, la posición española sería mucho más baja. No se trata de hacer trampa, sino de ajustarse a las exigencias de la realidad: mal asunto si nos planteamos competir con los rumanos. La referencia a tomar debe ser Francia, Italia, Bélgica, Alemania: es para acercarnos a ellos que llamamos a la puerta de las Comunidades Europeas y que más adelante nos esforzamos para ingresar en la zona euro.

La capacidad de comprensión lectora, a la que va asociada la facilidad para expresarse con palabras dichas y escritas, es una habilidad fundamental porque de ella depende la adquisición de muchas otras. Es la base. Quien no entiende lo que lee lo tiene muy crudo para aprender, tanto en la escuela como más adelante. Irá siempre cojo, y en la carrera de la vida todo el mundo le adelantará. Leer, escribir y las cuatro reglas: éstas eran las competencias básicas que toda familia quería para sus hijos. Sabiendo leer bien, siempre podrán buscar en los libros (o las redes) las capitales de Europa o la función clorofílica. En materia de las cuatro reglas tampoco podemos presumir: los profesores de Secundaria se quejan de que los alumnos les llegan sin las tablas de multiplicar en la memoria. Pero éste es otro capítulo.