Son las ventajas de «andar por lo segao» toda la vida. Según ellas, entré en el despacho del comisario jefe de Gijón con la misma tranquilidad que si visitara a un amigo. Y en justa correspondencia lo encontré. Francisco López Canedo es un hombre sereno, culto, muy equilibrado; nada que ver con películas de antaño.

-Por favor, defínase.

-Soy un policía nacido en el Bierzo (1955), León, en una familia humilde, y la vida me ha llevado a esto. Tras cursar COU en Valladolid vine a Gijón para hacer oposiciones al Cuerpo General de Policía. Al poco tiempo conocí a la que iba ser mi esposa, Carmen Costales, y hace 34 años, en agosto, nos casamos en la iglesia de Cabueñes. Tras ocupar varios destinos en Valencia ascendí a comisario jefe. Desde mayo de 2006 estoy en Gijón, una ciudad estupenda a la que estaré ligado toda la vida.

-¿De pequeño jugaba a policías y ladrones?

-No, a indios y vaqueros. Como es natural yo era del grupo de los vaqueros, que además de llevar pistola ganaban siempre.

-¿Ha supuesto un arduo camino, el llegar hasta aquí?

-No estuvo exento de sacrificios, además de mucho trabajo y de formación. Siendo ya policía hice Derecho en la Universidad de Valencia; fue un deseo de mis padres el tener formación universitaria.

-Hace años a un personaje como usted se le temía por instinto. Hoy, no, ¿cómo lo han hecho?

-Ha sido fruto de los cambios, tanto sociales como de la propia policía. El Cuerpo de Policía, en la transición a la democracia ha luchado por la transparencia, la proximidad a los ciudadanos y la integración en la sociedad a la que sirve.

-¿Cómo reaccionaría si alguien le gritara «¡Alto, policía!»?

-Con serenidad, tratando de pensar con rapidez para descubrir qué ocurre y actuar en consecuencia. En las olimpiadas de Barcelona, yendo de paisano, me dieron el alto y me encañonaron. No, no me dio la risa. Traté de conversar y el asunto se solucionó. Era una situación delicada, ya que en el barrio donde estábamos se había producido un atentado. Sin duda me vieron cara de sospechoso; en aquel tiempo yo llevaba barba y el pelo largo.

-¿Ha tenido que disparar muchas veces?

-No, por fortuna las situaciones comprometidas han sido escasas y no exigieron esa respuesta. Nuestra labor es más de investigación. He disparado con frecuencia, pero en la galería de tiro.

-¿Duerme con su HK de 9 milímetros Parabéllum debajo de la almohada?

-Afortunadamente, esa época ya pasó. Además vivo en la Comisaría, pero fuera de ella no hay policías que requieran tal precaución.

-¿Cómo es Gijón desde el punto de vista delictivo?

-En cuanto a su seguridad tiene una población muy confiada, que a su vez también confía en la policía. Es una ciudad muy comprometida e interesada en participar de la seguridad, lo que le permite disfrutar de ella.

-¿Cuál es hoy el mayor problema?

-Yo diría que básicamente son tres. El primero, los robos en los domicilios, que generan mucha inquietud, pero estamos controlándolos. Segundo, la soledad de muchas personas mayores va en aumento, y debemos estar al quite. Y tercero, el ocio de Gijón aglutina a toda la juventud de Asturias y eso conlleva situaciones delictivas; robos de móviles, de carteras... Y alguna que otra pelea.

-¿Qué peldaño sigue a la jefatura de Gijón?

-Yo soy comisario local. El siguiente paso sería el de jefe regional de operaciones, y luego jefe superior de Policía, cargo que actualmente ostenta Baldomero Araujo, que antes fue jefe de esta comisaría.

-¿A que personaje le hubiera gustado perseguir?

-Perseguir y detener al autor de la muerte de Rambal, un caso que quedó sin resolver.

-¿Quién ha sido su maestro?

-He tenido varios. Conocí muy buenos investigadores, sobre todo en Valencia, donde me formé como policía.

-¿Qué es lo más extravagante que puede ocurrirle a un policía?

-Hacemos muchas risas con que alguno de tu propia familia se integre en el Cuerpo de la Guardia Civil; siempre ha existido entre nosotros una sana rivalidad.

-¿Es usted partidario de la cadena perpetua?

- Creo que sería conveniente revisar el cumplimiento íntegro de las penas en aquellos casos de especial gravedad.

-¿Un tipo como José Bretón es lo más cruel que ha visto?

-En la vida de un policía se encuentran casos muy complejos, pero ninguno como éste. El de las niñas de Alcàsser fue terrible y aunque yo estaba en Valencia no trabajé en él.

-¿Usted a qué tiene miedo?

-A la indignidad, a perder el respeto por mí mismo. A sufrir una enfermedad que me deje en situación de desvalimiento.

-Es Begoña...

-Sí, brindaré con sidra, y luego a los toros.

<FRANCISCO LÓPEZ CANEDO. Comisario jefe de la Policía Nacional de Gijón>