Los asturianos no tienen taras físicas o profesionales que les impidan emprender. Tampoco existe razón alguna por la que no puedan competir igual o mejor que el resto de los españoles. Todo lo contrario. Prueba de ello son las biografías de tantos hijos de esta tierra que se vieron obligados a emigrar y han triunfado lejos. O de quienes han ocupado y ocupan puestos importantes de dirección en empresas nacionales y multinacionales. También lo demuestra el tejido empresarial surgido tras el declive del sector público y el despertar del espíritu emprendedor que estamos viviendo.

La cuestión es proponérselo y encontrar el camino libre de los obstáculos que hasta ahora se han interpuesto. Las experiencias compartidas por empresarios de éxito en "La Asturias que funciona", las jornadas que organizaron el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA y la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Oviedo, han actuado un año más como testimonios estimulantes que animan a vencer el desánimo.

Si importante es hacer buen equipo dentro de la empresa -con la familia sólo no siempre basta, son necesarios profesionales de distintas disciplinas implicados en el proyecto-, no lo es menos que las administraciones pongan cuanto esté de su mano para que emprender desde Asturias no resulte una desventaja competitiva respecto a quienes lo hacen desde otras comunidades autónomas. Los empresarios demandan una gestión eficaz de nuestras infraestructuras de comunicaciones, que la burocracia no signifique una experiencia tortuosa y desalentadora para el que quiera impulsar una iniciativa y que el sentido común se imponga para hacer posible una fiscalidad asumible.

La región cuenta con excelentes profesionales que han perdido el miedo a viajar y a conquistar nuevos mercados. No es grandonismo, sino una realidad contrastada por quienes dan empleo a trabajadores de distintas latitudes y pueden establecer ventajosas comparaciones. Sin embargo, las distancias se agrandan cuando hay que buscar clientes fuera o hacerles llegar lo que Asturias es capaz de producir.

Superado el aislamiento secular por carretera, la región sigue mal comunicada por mar, aire y ferrocarril. Asturias se ha dotado de costosísimas infraestructuras a las que, sin embargo, no acaba de sacar partido. De qué sirve un superpuerto como El Musel, en el que se han invertido 710 millones de euros, si la autopista del mar a Francia cierra aun cuando los barcos navegaban llenos. Qué más da que el aeropuerto haya incorporado tecnología para acabar con la lacra de las cancelaciones por niebla si hay cada vez menos vuelos, en horarios poco atractivos y con los billetes a precios por las nubes. Dos túneles atraviesan Pajares pero seguimos saliendo de Asturias marcha atrás y empleando cinco horas en un trayecto, Oviedo-Madrid, que podría rondar las tres horas.

Hay que eliminar las trabas administrativas a quien intenta abrir un negocio. Lo han pedido insistentemente las patronales y el comité de asesores del presidente del Principado, pero hasta el momento no ha obtenido respuesta más allá de una eterna promesa. El propio Javier Fernández, en el reciente debate sobre el estado de la región, volvió a referirse a ello como una prioridad y anunció la simplificación inmediata de la normativa con el fin de agilizar las tramitaciones y facilitar el desarrollo de la iniciativa emprendedora. La supresión de obstáculos que propone el jefe del Ejecutivo asturiano permitiría acortar los plazos para que montar una empresa no lleve más que entre diez días y seis meses, dependiendo de la actividad de que se trate. Veremos si en esta ocasión la promesa se cumple.

Hay que defender a los emprendedores valiosos que arriesgan. No a los cazasubvenciones que florecieron al calor de los últimos gobiernos asturianos, siempre diligentes con la clientela; ni a los corruptos que venían utilizando sus privilegios para su exclusivo lucro personal. La ingente cantidad de fondos mineros desviada a actividades improductivas, como es evidente por el gran deterioro demográfico y económico que están sufriendo las Cuencas, constituye el ejemplo de lo que no conviene hacer. De ello deben tomar buena nota las administraciones públicas. Ya está bien de equivocarse con el dinero de todos.

Si Asturias continúa por el mismo derrotero que hasta ahora, estará condenada irremediablemente al fracaso. Nunca podrá retener población ni atraerla, tarea fundamental si se quiere garantizar el sostenimiento de los servicios básicos, sin una fiscalidad razonable para todo aquel que quiera buscarse la vida aquí decentemente. Somos campeones nacionales en impuestos elevados, una tarjeta de presentación nada tentadora para quien busca un lugar donde invertir y labrarse un futuro. El Principado no sólo ha de resultar atractivo para el turista dispuesto a disfrutar de la belleza de sus paisajes, tiene que serlo también para quienes quieren trabajar y prosperar en esta tierra. Asturias tiene que convertirse en un imán para los emprendedores.