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Sol y sombra

Lo que está en la calle

La valoración que nos merecen los políticos

Casi todos los que cuestionan a Ada Colau o Manuela Carmena estarán preguntándose en estos momentos en qué se basa la encuesta del CIS que las coloca al frente de la clasificación como las políticas mejor valoradas en sus ciudades. ¿Quién responde a los sondeos, con qué intención y grado de vehemencia?

Si el veredicto de este tipo de opinión no hay que buscarlo simplemente en el fervor militante, tendremos que tanto la alcaldesa de Barcelona como la de Madrid gozan de mayor voltaje en las simpatías que en las antipatías que despiertan. A falta de grandes aciertos o de una trayectoria destacada como munícipes, la novedad les permite sobreponerse a la evanescencia. Probablemente no tanto lo que es nuevo en ellas como lo que resulta caduco en otros. O, ya digo, quizás se deba a la ausencia de imparcialidad en el espíritu crítico.

El CIS sondea un estado de opinión y cuando ofrece sus resultados a veces nos sorprendemos. Los españoles, por lo general, no encajamos bien las opiniones del vecino. Estamos de acuerdo únicamente con aquellas que coincide con las nuestras, el resto solemos despreciarlas. Por eso nos va tan mal en ciertos aspectos de la convivencia. Por eso también, los políticos, denostados y odiados, transmiten ese mensaje tabernario y banal que se vuelve contra ellos como si hubiera surgido de cualquier marciano. Los marcianos, en realidad, somos nosotros, ellos simplemente se proyectan a partir de nuestros reflejos.

¿Tenemos los políticos que nos merecemos? En gran modo es así. Aunque a veces, muchas incluso, es verdad que el monstruo de Frankenstein cobra vida propia y resurge Rodrigo Rato haciendo de la vida pública un modelo de financiación personal que no resulta extrapolable al común de los mortales.

¿Se merecen Barcelona y Madrid a sus alcaldesas? No cabe duda, lo dice el CIS.

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