Francis Ford Coppola nació en Detroit en 1939. Dirigió "El Padrino" y "Apocalypse Now", entre otras muchas películas. Tiene varios "Oscar" y un par de "Palmas de Oro" del Festival de Cannes, entre otros muchos premios. Pero hasta octubre de 2015 nadie le había organizado un homenaje del nivel del que, desde el miércoles, ha comenzado a celebrarse en Asturias.

Si uno coge el programa de actividades diseñadas por la Fundación Princesa de Asturias en torno a Coppola, será inmediatamente consciente del papel cultural, regenerador y educacional que juega la institución en nuestra región. Desde la proyección de Drácula en la antigua iglesia de Santa Bárbara en Asipo a la recuperación de un inmenso concesionario de coches abandonado en el centro de Oviedo, pasando por los más tradicionales pases de películas o un originalísimo debate jurídico en torno a "El Padrino".

La Semana de los Premios ha evolucionado hasta convertirse en un completo programa cultural de dos semanas. Gijón será por unas horas La Habana, llegando a cambiar su callejero por el de la capital cubana, para celebrar una gymkhana literaria en torno a la obra de Leonardo Padura, el galardonado de las Letras. Más de 1.500 personas de diferentes clubes de lectura de España llegarán a Oviedo para celebrar la literatura. 1.500 personas celebrando la literatura. En Asturias se hablará de ciencia, de filosofía o del futuro. Qué cosas.

El programa cultural que ofrece la Fundación Princesa de Asturias está al nivel del de las principales instituciones culturales del mundo. Por original, por completo, por profesional y por su capacidad para involucrar a la ciudadanía y dejar, tras su paso, una región más formada y con más experiencias. Cada año se acercan a Asturias pensadores, científicos o escritores de los que, no sé ustedes, pero al menos yo no había oído hablar de muchos de ellos, y su presencia en la región impulsa a conocer su obra, a investigar sobre sus méritos. A ser, en definitiva, personas curiosas que quieren saber por qué se les premia y entender mejor el planeta que habitamos.

Pero más allá del poso de los Premios y de los beneficios de imagen, económicos y culturales, todos los asturianos deberíamos estar de enhorabuena por la evolución de la Fundación Princesa de Asturias que, en los últimos años, se ha convertido en un referente de la gestión cultural, innovando y aportando. Todos sabíamos que a Mafalda no le gusta la sopa. La diferencia está en pensar -y crear- una batalla de sopas con cocineros asturianos, para que Quino las probara todas y decidiera por su personaje. Suena sencillo, pero no lo es.

Tal vez por eso, porque las actividades culturales de la Fundación están hechas desde la imaginación, la profesionalidad y el respeto por las obras de los premiados, la institución haya conseguido enganchar con una nueva generación, joven, preparada y hambrienta de experiencias culturales. Las entradas para los diferentes actos que ya se han puesto a disposición del público tardaron exactamente un minuto en agotarse. A las 12 había. A las 12.01 ya no. La programación, adaptada al lenguaje vertiginoso y audiovisual de Internet, corrió por las redes sociales y, en un momento, una generación entera se vio atraída por una oferta cultural que rompe con los cánones establecidos. Los chats de amigos se preguntaban cómo conseguir entradas y los asturianos más allá del Huerna veíamos con orgullo cómo desde Asturias estábamos abriendo un nuevo camino cultural.

Y es de suponer que, al final, esa generación joven que ahora llena los actos de la Fundación, no es muy diferente de la que en su día aplaudía a Mandela mientras caminaba por las calles de la capital asturiana, la que saltaba de alegría viendo a Leonard Cohen en su paso por la Universidad de Oviedo o la que se emociona cuando suena el himno de Asturias con las gaitas. Y es que las emociones, los valores, el conocimiento, las experiencias y la cultura no saben de monarquías ni de repúblicas, y sí de unir a las personas. La Fundación se ha convertido en el nexo de unión entre el pasado y el futuro de esta región. Y todo ha sido de repente. De repente, después de décadas de trabajo y de defensa de valores universales.