En el primer fin de semana del Festival de Cine de Gijón, que volverá a llenar las cerradas salas de los Cines Centro en una edición que se pronostica de alto nivel, la ciudad ha vuelto a dar claros síntomas de su vitalidad, desmintiendo así la tesis algo extendida de que Gijón había entrado en una especie de letargo cuyas culpas las tienen, según quién denuncie, la supuesta situación.

La realidad demuestra que la pérdida de José Luis Cienfuegos como director del Festival de Cine ha sido superada por la apreciable labor del nuevo equipo que está al frente del certamen liderado por Carballo, que ha sabido mantener y hasta elevar el tono de la gran cita cinematográfica. El Festival de Cine desmiente durante los ocho días que dura que la indiscutible crisis del cine tiene en Gijón la excepción por los llenazos en las salas en las que se proyectan cintas que no entran en los circuitos comerciales. Jean-Luc Godard afirmaba que "pobre cine francés, que no tiene dinero, y pobre cine americano, que tiene dinero pero no tiene ideas". Gijón es una fiesta del cine desde ayer hasta el sábado que viene. Un primer síntoma de la vitalidad gijonesa.

Otro síntoma, menor aunque no desdeñable, es la elección de Gijón como una de las ciudades "canallas" de Europa, en el buen sentido de canalla. Una ciudad divertida a todas horas y con locales que mantienen sus puertas abiertas hasta bien entrada la madrugada son algunas condiciones exigidas para entrar en la lista de ese tipo de ciudad. No es que sea una clasificación del otro mundo, pero es importante estar en cualquier lista que sirva para la promoción turística.

El síntoma más relevante de todo es la fuerza ciudadana que han mostrado vecinos, comerciantes y simpatizantes de su causa en el empeño de frenar el cambio de nombre de la entrañable rúa gijonesa. Cuando el movimiento vecinal parece adormecido, lejanas las "marchas verdes", última aparición de la potencia del asociacionismo gijonés, La Merced ha significado una apuesta popular salida de las entrañas de la sociedad local, lejos de inspiraciones políticas.

El movimiento inspirado en La Merced es una prueba de que el espíritu rebelde y reivindicativo de Gijón no ha desaparecido. Los miles de firmas logrados para impedir el cambio de denominación de la calle es un aviso claro a toda la clase política local de que en esta ciudad hay pasos que es necesario dar con mucho cuidado y siempre con la sana complicidad vecinal. El movimiento ciudadano de La Merced ha sido ejemplar en muchos aspectos. No ha tenido un atisbo de violencia, no ya física sino verbal; no han existido descalificaciones a los políticos que habían tomado una decisión errónea, que recibió el rechazo de vecinos y comerciantes de la calle y de miles de gijoneses que se sumaron a la reivindicación con sus firmas.

Los tres síntomas de la vitalidad de Gijón apuntados son, cada uno en su medida, tres buenas noticias para una ciudad que parece aletargada, pero que no lo está en lo profundo de su ser más popular y ciudadano. Una ciudad de la que se puede esperar lo mejor para afrontar el futuro.