Nunca antes hemos sido tan conscientes de la degradación ambiental que pueden ocasionar nuestras actividades, ni hemos dispuesto como ahora de las herramientas necesarias para minimizar e incluso evitar la alteración ambiental y los efectos negativos asociados.

En diciembre de 2015 se celebró en París la Cumbre del Clima (COP21), donde se aprobó una importante reducción de las emisiones de CO2. El objetivo último es hacer realidad el ya viejo paradigma de la sostenibilidad, según el cual la sociedad ha de ser capaz de satisfacer sus necesidades en el presente respetando el entorno natural y no comprometiendo la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas (el uso y abuso de este término casi lo ha dejado huérfano de contenido y es preciso y urgente recuperar su auténtico significado y, sobre todo, hacerlo realidad).

Estando convencidos por fin la mayoría de los países de que el cambio climático es un problema de efectos catastróficos, el sector de la construcción ha de asumir responsablemente un papel fundamental, acorde con la enorme influencia que tiene sobre el medio ambiente: la energía necesaria para la construcción, mantenimiento y uso de los edificios supone el 40% del consumo energético total de la Unión Europea e igual porcentaje en emisiones de CO2, siendo la mayoría producidos durante la fase de uso del edificio y debidos el 60% de los mismos a la demanda de calefacción.

El problema se ve agravado, en el caso español, por una alta dependencia energética (80% frente a una media europea del 54%) y la existencia de un parque inmobiliario energéticamente obsoleto (el 55% de las viviendas carecen de aislamiento y el 95% tienen consumos de calefacción muy elevados).

Esta situación ha hecho de la pobreza energética en España un problema social y humano de primer orden. Por ello, y porque vivir en edificios de bajo consumo energético es una necesidad humana urgente y no un lujo, es imprescindible la transformación eficiente y a largo plazo de los edificios de nuestro país.

Por fin la evolución de las normativas de eficiencia energética en España parece que van en la dirección correcta, aun cuando la actualización del Código Técnico de Edificación (CTE-2013) no llega a los niveles exigidos por la que sin duda ha de ser la referencia legal a seguir, es decir, la Directiva Europea 2010-13, que exige que en el año 2021 todos los edificios nuevos tengan un consumo energético casi nulo, y que en el caso de los edificios públicos ha de cumplirse dos años antes.

La eficiencia energética no es suficiente; se necesita también una visión global e integrada del problema que incorpore otros aspectos no menos importantes, como son el impacto ambiental del edificio, la optimización de los recursos naturales y el tratamiento de los residuos contaminantes; sin olvidar la búsqueda del confort interior y de un entorno saludable para las personas que lo habitan (la electro-sensibilidad, el síndrome químico múltiple, la fatiga crónica o la hipertrofia semicircular son enfermedades nuevas directamente relacionadas con el deterioro ambiental).

En conclusión: el nuevo modelo ha de basarse en la práctica de una metodología de construcción respetuosa con el medio ambiente y el ser humano, cuyos objetivos han de ser: demanda energética casi nula, adecuada renovación del aire interior, respeto al medio ambiente e incorporación de energías renovables. Para conseguirlos es necesario integrar el diseño basado en los principios del estándar de construcción Passivhauss, que incluye el diseño bioclimático y un consumo energético casi nulo, y los criterios medioambientales y saludables de la bioconstrucción.