En pleno siglo XXI, la ciudad más poblada de Asturias sigue sin resolver una de sus principales carencias: la del saneamiento integral completo de sus aguas residuales. El debate sobre la necesidad de dotar a Gijón de una estación depuradora para la zona este se remonta al mes de abril de 1991, cuando por medio de un convenio de colaboración a tres bandas entre la Administración central, el Principado y el Ayuntamiento se decidió acometer las obras. Ha pasado un cuarto de siglo y la depuración de las aguas de una extensa franja de la ciudad, en la que habitan cerca de 150.000 personas, sigue sin llevarse a cabo.

El Plan General de Urbanismo de los primeros años noventa había utilizado una reserva de suelo municipal en El Pisón para construir la planta. En esa zona de la ciudad existe una colonia de viviendas cuyos propietarios se opusieron desde el primer momento a tener una depuradora a las puertas de sus casas. Y pleitearon contra esa decisión administrativa. Las obras comenzaron, los pleitos se sucedieron en distintas instancias y el último capítulo de esa lucha judicial se cerró el pasado mes, favorable a los intereses de los vecinos, al ordenar el Tribunal Supremo la paralización de la planta, cuando ya estaba prácticamente construida.

Así las cosas, no sólo siguen sin depurarse las aguas residuales de medio Gijón, sino que, además, el cierre de la planta de pretratamiento de La Plantona, anexa a la depuradora paralizada, conlleva que en la actualidad no se realicen las labores de retirada de grasas y arenas de las aguas residuales que se hacían en la instalación clausurada.

Conviene, sin embargo, no hacer demagogia partidista con un asunto que afecta tanto a la salud pública como a la economía de Gijón. Los mensajes alarmistas que durante las últimas semanas se han jaleado interesadamente resultan perjudiciales para uno de los sectores económicos más relevantes de esta ciudad, el turismo. Ahora que acaba de conocerse que los análisis de las tomas costeras en las distintas playas de la ciudad realizados a finales de mayo revelaron la excelente calidad de las aguas, cabe considerar una torpeza sembrar dudas sobre el estado de la costa, uno de los principales atractivos turísticos de Gijón, en vísperas de una nueva temporada estival.

La paralización definitiva de la depuradora del Este ha dado pie al enésimo enfrentamiento entre el Ayuntamiento de Gijón y la Administración regional, que se acusan mutuamente de un desaguisado del que ambas administraciones, además de la estatal, son responsables a partes iguales. Por lo tanto, a las tres compete encontrar ahora una solución al problema por la vía del diálogo. Ha llegado la hora de coger el toro por los cuernos y de no consentir nuevas demoras en la depuración de las aguas de la zona este de Gijón. Y no parece haber más salida que autorizar la puesta en marcha de la planta paralizada judicialmente, negociando con los vecinos afectados, que cuentan con la ley de su parte, una propuesta digna.