Cada equipo tuvo su héroe. El del Granada fue sin duda su portero, el mexicano Ochoa. En el primer tiempo realizó tres paradas de las llamadas decisivas. Rechazó primero con una respuesta eléctrica un cabezazo de Babin que parecía gol seguro. Luego salió a tapar con eficacia una llegada en solitario de Víctor Rodríguez, desmarcado por un gran pase de Burgui. Y después desvió al poste un tiro raso del propio Víctor, que llegó de nuevo en solitario, ahora tras un envío largo de Douglas. Con esas intervenciones mantuvo en pie las opciones del Granada hasta el final del primer tiempo. En cambio, su última gran parada, al detener un penalti lanzado por Traoré, llegaría en el minuto 80, cuando al Granada ya se le había escapado el partido y sólo sirvió para reducir las dimensiones de la derrota de su equipo. Ochoa fue un héroe sin recompensa. Burgui, en cambio, no sólo se llevó el reconocimiento entusiasta de El Molinón al ser sustituido, sino también la satisfacción de haber sido un jugador decisivo para la victoria de su equipo. Si sus espectaculares aciertos del primer tiempo, con impresionantes jugadas individuales, no se reflejaron en el marcador, en el segundo continuó siendo demoledor, pero además fue decisivo. Burgui es en la actualidad el jugador más determinante del Sporting y, como tal, una de sus mayores esperanzas en el difícil camino que le queda por recorrer al equipo para alcanzar esa salvación que, aun siendo todavía posible, sigue teniendo por ahora mucho de quimera.