Bien podría decirse que a nivel de ocio y divertimento el verano gijonés comienza prácticamente con la estación estival, la última semana de junio. Es la fecha de inicio de una de las celebraciones más recientes y de mayor éxito y aceptación popular pese a su bisoñez, el festival Metrópoli, que después de haber celebrado cuatro ediciones se ha convertido ya en una cita ineludible. Lo cierto es que el mes de julio se encuentra tan densamente programado en Gijón que las actividades previstas se solapan. Y aunque vayan dirigidas a públicos muy distintos, la agenda se antoja muy apretada. Solo hay que ver que desde el 30 de junio al 16 de julio se celebraron en la ciudad cuatro festivales distintos que a la fuerza tuvieron que coincidir en varias fechas: Metrópoli, la "Semana negra", el Festival de Música Antigua y el Oktoberfest, la anual fiesta veraniega de la cerveza.

Julio ha entrado en su segunda quincena y la oferta de ocio se amplía con el Arco Atlántico que organiza el Ayuntamiento, del 25 al 30, que se solapará a su vez con una de las propuestas de nuevo cuño, el Tsunami Gijón, un macrofestival de dos días, el 28 y el 29 de julio. Si a todo ello se suman los conciertos de Luis Fonsi, Joaquín Sabina y Robe Iniesta, cabe preguntarse si hay fechas en un solo mes para tanta actividad y dinero en la cartera de los ciudadanos para asistir a cada evento.

Habría que medir también el grado de perjuicio que tanta oferta lúdica provoca en la hostelería local, que ve como los recintos donde se celebran los festivales se llenan de carpas donde se sirven comidas y bebidas en competencia con los establecimientos de la ciudad, que pagan impuestos durante todo el año y que fían buena parte del beneficio anual a una buena temporada de verano.

Da la impresión de que entre los promotores de Metrópoli y la "Semana negra" falta sintonía, tanta como coordinación desde el Ayuntamiento, al que se le ve más cómodo con Metrópoli que con la "Semana", para evitar que ambas celebraciones coincidan durante varios días. Si ese vacío existe, nada de beneficio aporta a ninguno de los dos eventos, que pueden convivir perfectamente y cuyo éxito evidente redunda en la positiva imagen de Gijón como ciudad puntera en el turismo de festivales, cada vez más en boga.

Si las previsiones de fechas que se manejan no cambian y nadie cede ni interviene, el año que viene volverá a repetirse el problema. De manera que Divertia, la empresa municipal que gestiona los festejos y el ocio, tendrá que abandonar su actual posición de tibieza y ordenar el actual batiburrillo de celebraciones, para hacerlo más acorde con los intereses económicos y sociales de la ciudad. No se trata de primar a unos eventos sobre otros, sino de sentarse a negociar, bajo la supervisión y el arbitraje del Ayuntamiento, un calendario que contente a todos. El verano es muy largo y hasta finales de septiembre hay fechas disponibles para que en Gijón no quede ni un solo día libre en el que poder celebrar eventos atractivos, de nivel y para todos los gustos.