Bulnes (Cabrales), Rebeca AJA

La cabra no siempre tira al monte. Al menos, en Cabrales, las hay que tiran al funicular. Las hay que cambian los riscos por una dócil escala a las puertas de la boca superior del tren mecánico. Aunque le pese al refranero popular, en el pueblo de Bulnes, una golosina a tiempo bien merece tirar de astucia y urdir una buena aproximación al turista. Se trata de caer en gracia, resultar simpática y salirse con la suya. En esta familia de rumiantes hay tres que le están sacando partido al verano. Y ya son un atractivo turístico más de Bulnes.

Todo apunta a que se unirán más ejemplares a esta pillería. De momento, tres cabras parecen haberse adaptado a los nuevos tiempos. Durante las primeras horas del día les basta con las hierbas del abrupto territorio de los Picos de Europa; eso sí, no demasiado lejos de la estación superior del funicular, por lo menos durante estos días de agosto. A medida que se aproximan las horas centrales de la jornada, las de mayor trajín de gente en el funicular, las cabras se van arrimando a la explanada de acceso en Bulnes. Ha llegado la hora de mudar la mala fama que ronda a esta especie por una porción de docilidad suficiente para ser motivo de encanto entre el turista que va llegando al pueblo. Como si de una atracción más se tratará, las tres cabras se pasean entre la gente pavoneando su buen talante a cambio, eso sí, de un cacho de pan. Incluso pueden bastar migajas.

Pero el efecto sorpresa de su visita a las inmediaciones del funicular no siempre les reporta el premio deseado y tienen que conformarse con salir en la foto de verano del turista de turno. «¡Mira! Se deja coger. Hazme una foto», reclama un pequeño mientras su padre se desprende la mochila de la espalda para sacar la cámara. Maniobra comprometida. Ahora ya no es una sino dos las cabras que rondan a la familia de turistas, acechando esa mochila de la que puede salir una buena «delicatessen». Pero no, esta vez no ha habido suerte. Sólo un posado fotográfico. Quizás de regreso al funicular después de un buen paseo y una buena comida por el pueblo de Bulnes haya más suerte. Alguna sobra.

No hay que esperar demasiadas fotografías hasta dar con una pareja de montañeros que hace escala en la explanada del funicular de regreso a Poncebos, si bien renunciando a las nuevas infraestructuras y utilizando el único acceso que tuvo Bulnes hasta 2001, a pie por la canal del Texu. Ainoa Azcárate y Jon Torrealday echan mano de restos de sus bocadillos para complacer la picaresca de los rumiantes.

Y así van pasando turistas y también el mes de agosto. Con tres puntuales cabras sin nombre conocido aguardando al viajero en las horas de más idas y venidas en el funicular. Unos viajes con más recompensa que otros. Unos turistas reparando en su presencia, otros, además, en sus reclamaciones y casi todos, sobre todo con niños por medio, empleando el tiempo de espera en la estación del funicular con sesiones de fotos y vídeo.