Cue (Llanes), Rebeca AJA

En la localidad llanisca de Cue ayer fue día de flores y mucho ruido. También de vistosa rivalidad entre los barrios de Arriba y Abaju por culminar una cuidadosa labor artesanal de deshojado y diseño floral, la que hay detrás de las dos alfombras de flores que cada año tejen las mujeres y mozas del pueblo para extenderlas por las calles del pueblo en el día de San Juan y celebrar, con esta costumbre, la festividad de La Sacramental.

La tradición se remonta a mediados del siglo pasado, según los cálculos que ayer echaban algunas de las vecinas más apegadas a una fiesta que entra por los ojos, por la nariz y hasta por los oídos. Y es que, en Cué, los dos bandos rivalizan a ras de suelo, tratando de exhibir la alfombra más vistosa, y por los aires, procurando el mayor espectáculo pirotécnico posible mediante el prolongado disparo de cohetes, voladores y tracas que van ganando en intensidad sonora a medida que la procesión de La Sacramental se adentra en la alfombra de flores de cada barrio.

La Sacramental es la fiesta de Cue, un festejo con «piquilla» vecinal que comienza semanas antes «pelando» las flores y pensando el dibujo que adornará el tapiz floral, cuyos motivos tratan de renovar anualmente cada uno de los bandos. En el barrio de Abaju, ayer contaban cerca de una semana deshojando flores, mayoritariamente hortensias traídas de una plantación propia en el pueblo de Cue y cuya cantidad empleada medían en cajas de fruta. Fueron «como cuatrocientas cajas». Hinojo, margaritas y césped del cercano campo de golf completaban la materia prima de una alfombra entre cuyos motivos destacaba la figura de un cáliz y el cuerpo de Cristo. En el altar de Abaju, varios centros de flores de lilium remataban un extenso tapiz floral con un ancho mínimo de cuatro metros que el viento de la jornada obligó a regar de vez en cuando para que los pétalos no volaran antes del paso de la procesión.

La procesión de La Sacramental recorrió todo el pueblo desde la iglesia parroquial de San Román hasta la capilla de San Antonio. Junto al párroco -que llevaba la custodia bajo palio- recorrieron Cue los niños que este año hicieron la primera comunión. Pero antes de adentrarse en la alfombra de flores del barrio de Abaju, la comitiva religiosa pisó la del barrio de Arriba. Entró bajo una bóveda de arcos envueltos en hojas de ciprés y sobre el extremo de un tapiz en el que se podía leer «"Cue 2011». El encabezamiento de la alfombra de Arriba lo copaba un cáliz y entre las formas geométricas y el resto de motivos florales destacaba la flor del clavel rojo «que es la flor del bando de Arriba», comentaba Paqui Saez, vecina septuagenaria del barrio de alto de Cue, que ayer recordaba haberse iniciado en esta fiesta «con apenas cuatro o cinco años, cuando ya venía a pelar las flores». También la «dura preparación» de una alfombra «que se hace para que se pise» y en la cual se emplean, además de flores de hortensia, hojas de ciprés troceadas, e hinojo grava y viruta de madera teñida del color que requiera el motivo al que darán forma, además de turba para ribetear el paso.

En uno y otro barrio resaltan el minucioso trabajo que sostiene una tradición floral para la que va escaseando el relevo generacional, «cada vez hay menos gente y la joven no se anima», comentan en Cue, pueblo donde La Sacramental no es la única fiesta común, también lo es San Antonio. Y dónde, también, cada barrio cuenta o ha contado con sus propias celebraciones. Así, en el de Arriba conservan la tradición de celebrar San Fernando el 30 de mayo, junto a la fuente y lavadero del mismo nombre que aún se conserva en la barriada, y a la cual es costumbre que las mozas acudan ataviadas con mantón de Manila. En la parte baja, la desaparición de la Fuente de Abaju arrastró consigo el enrame de la misma la víspera de San Juan durante el cual se vestía el traje de aldeana.

La Sacramental de Cue une en torno a una misma celebración a los dos barrios del pueblo, que compiten por elaborar, de forma totalmente artesanal, la alfombra de flores que extienden por las calles de la localidad. También por lograr el mayor estruendo posible con la descarga de voladores, cuyo tiempo de duración anda igual de parejo arriba y abajo aunque, ayer, segundo más, segundo menos, ganó por un minuto la intensidad de la explosión en el barrio de Abaju, siete contra seis. En cualquier caso, uno y otro estruendo rebasaron los límites del pueblo y aunque para ver las alfombras hubo que estar en Cue, de la fiesta se supo a kilómetros.