Omedina (Ribadesella),

Alba CARRILLO

El pueblo de Omedina, en el concejo de Ribadesella, se sacudió los nervios hace algo más de dos decenios, cuando se construyó la pequeña circunvalación que sacó de la localidad la carretera N-634. Hasta entonces, todo el tráfico de la nacional transcantábrica pasaba por en medio del pueblo. Y los accidentes, sobre todo en la curva situada más al este, por la que se accedía a la travesía desde Ribadesella, eran frecuentes. Ciertamente siguieron registrándose «problemas» hasta hace cinco años, cuando la Administración central cedió a la presión vecinal y cerró uno de los accesos al pueblo desde la N-634, el del extremo oeste, por el que, por error, se «colaban», de vez en cuando, algunos usuarios de la nacional, provocando grandes sobresaltos a los lugareños.

«Tardaron mucho tiempo en cerrarla (la N-634), pero llegó un momento en que no había más que quejas», afirmó María Luz de Dios. Los vecinos de Omedina consideran que la solución hallada para este pueblo es un «buen ejemplo» para otras localidades en situaciones similares, como la vecina Santianes, situada a apenas unos centenares de metros de distancia, donde la carretera N-634 deja a un lado la mayoría de las casas y, al otro, la iglesia, una empresa metalúrgica y varios inmuebles más. Un auténtico peligro.

Durante el tiempo en que la carretera pasaba por el centro de Omedina se registraron cuatro accidentes en el mismo lugar: la primera curva si se mira desde Ribadesella. Y los vehículos implicados iban a estrellarse siempre contra la misma casa. Hartos de la situación, los vecinos protestaron y elevaron sus quejas y sus demandas a la Administración pública, que durante un tiempo se hizo la remolona por la escasa entidad poblacional de la localidad. Ahora los vecinos disfrutan de la merecida calma: «estamos muchísimo mejor, salvando las distancias. Del peligro que teníamos antes al que tenemos ahora, estamos muchísimo más tranquilos», indicó Luz Marita, dueña de la casa afectada por varios de los accidentes cuando la principal carretera de la comarca (la Autovía del Cantábrico no existía entonces) discurría todavía justo por el medio de las viviendas de Omedina.

«Ahora pueden estar en la carretera hasta los rapaces», que utilizan la travesía de Omedina como improvisada cancha de juegos, cosa que hace tiempo era impensable debido a la intensidad del tráfico. Es verdad que la tranquilidad absoluta resulta imposible, pues «aún ahora hay algunos que siguen entrando (en el pueblo), puede que confundidos, y pasan rápido por aquí hasta que tienen que frenar y dar la vuelta», porque, ahora, la salida Oeste está cortada. Son palabras de una vecina, que tiene puesto un ojo en sus niños y el otro en el antiguo tramo de carretera nacional.