Apareció de repente. Era una nube blanquísima que avanzaba a toda velocidad por el cielo despejado, arrojando chispas y soltando piedras. Sonaba como una locomotora. La gente corría por las calles y alguien exclamó: "¡Ay, Dios, que cayeren munches piedres del cielu y se va a acabar el mundiu!". Corría el 6 de diciembre de 1866, ayer hizo 150 años, y estaba cayendo un meteorito en Cangas de Onís. Los descendientes del entonces boticario local, Manuel González Rubín, entregaron ayer en la ciudad canguesa un fragmento de aquel meteorito al rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda. Se repetía así la escena ocurrida un siglo y medio atrás, cuando el hijo del farmacéutico, de nombre Pío, entregó en Oviedo al máximo representante de la Universidad asturiana, León Pérez de Salmeán, los fragmentos extraterrestres (unos 40) que había recogido su padre en diferentes zonas del concejo. Todos excepto uno, el que ayer se vio en Cangas.

Aunque lo parezca, no es una piedra cualquiera. Detrás de su color negruzco y sus 333 gramos de peso se esconden "los secretos del origen del Sistema Solar", destacó el geólogo y conservador del Museo de Geología de la Universidad de Oviedo, Luis Rodríguez Terente, durante la conferencia que impartió en la Casa de Cultura de Cangas para conmemorar la efeméride. El científico desveló que la piedra (una condrita), tiene 4.557 millones de años y es en realidad mezcla de dos cuerpos celestes que chocaron en el espacio. Más: procede de una zona situada a 30 kilómetros de profundidad en un asteroide que tenía más de 100 kilómetros de diámetro.

Según Rodríguez Terente, el asteroide sufrió varios impactos contra otros cuerpos celestes: el primero, hace 4.538 millones de años; el último, hace 7,5 millones. Fue este último choque el que desvió su órbita hacia la Tierra. La Universidad de Oviedo publicará próximamente un trabajo sobre el meteorito cangués, uno de los 38 conocidos en España y el segundo y último de Asturias, tras el que cayó en Oviedo, el 5 de agosto de 1856.

Ángel Martínez de Baños Valdés, tataranieto de Manuel González Rubín, intervino también en el acto conmemorativo de ayer, que incluyó la entrega al rector del fragmento del meteorito que ha conservado la familia de Manuel González Rubín durante 150 años. Los hermanos María José y José Antonio Valdés González-Rubín, y la esposa de este, Ana García Merino, fueron los encargados de certificar la donación. El fragmento extraterrestre se expondrá en el Museo de Geología de la Universidad.

Martínez de Baños reveló que el fragmento que se quedó su tatarabuelo estuvo en Cangas de Onís hasta después de la guerra civil, más tarde permaneció en Oviedo y, finalmente, desde hace 45 años, en Zaragoza. Ha estado siempre "en el mismo lugar, sobre el mismo mueble, en un lugar preferente del salón". Por ello tiene "el mismo color, la misma forma y el mismo peso que el primer día. Debe tener hasta el perfume de Cangas en 1866", resaltó. "Era el momento de dejarlo en una exposición para que todo el mundo lo disfrute", añadió.

Estaba previsto en el programa de actos un "guiño" al cielo cangués: el vuelo de un autogiro. Pero un fallo mecánico impidió el despegue, así que se lanzaron once voladores, uno por cada fragmento del meteorito conservado en Asturias. El mayor de ellos, de casi 10 kilos de peso, permaneció olvidado durante mucho tiempo y fue hallado por un profesor sujetando una puerta de la Universidad. Hay fragmentos del meteorito cangués en cinco universidades españolas y en museos de lugares como Washington, París, Londres, Varsovia o Texas.