El nombre de la formación lo dice casi todo. «Kremerata» fusiona el nombre del director y el tipo de agrupación instrumental a la que hace referencia. No deja lugar a dudas, es una agrupación en la que la figura de su responsable artístico proyecta algo más que una alargada sombra; es el reflejo de la música en su piel. Gidon Kremer se ha caracterizado, además de por su intachable trayectoria internacional como solista, por una arrolladora personalidad musical a la hora de seleccionar sus programas con la «Kremerata». La propuesta de su actuación -en todo el sentido de la palabra- fue reflejo de su personalidad musical, de nuevo en todo el sentido de la palabra. Ni a propios ni extraños ha dejado indiferente, y el Auditorio se volcó, mayoritariamente y a juzgar por los numerosos bravos y nutridos aplausos finales, en apoyar tan original y divertida propuesta. El espectáculo ofrecido, así podríamos definirlo, es una producción del propio Kremer y Only Hands Smail Productions, en el que la música seleccionada está pegada al universo sonoro de un músico contemporáneo que no se limita a reproducir -virtuosísticamente, como no podría ser de otra forma en una agrupación de su nivel- la música «clásica» escrita por otros. No responde al esquema habitual de concierto, ni siquiera a una selección de las más originales y divertidas páginas de la literatura musical. Es quizás en este punto donde algunos asistentes no han podido encontrar lo que esperaban al asistir a un concierto al uso.

Siempre he sido partidario de promover y facilitar un acercamiento de la música clásica al gran público. De hecho, he dirigido, entre otros, muchos conciertos didácticos y, junto a Emilio Aragón, una gira por Castilla y León titulado «Músicos con humor», en los que precisamente intentamos bajar del elevado pedestal en el que se ha instalado la música en algún momento de su historia y, también, eliminar ese halo de arte distante, intocable y sagrado que la ha alejado de buena parte del público actual. Kremer, salvando las obvias distancias, persigue también eliminar ese encorsetamiento que ha impedido a la música llegar a más gente, proponiendo sentir y disfrutar la música sin ninguna barrera preestablecida. Si lo vemos como un concierto didáctico, sin duda ha sido insuperable. «Abre tu cerebro, como lo hizo Hannibal Lecter», ironizaba el violinista Igudesman al parodiar durante la actuación el consejo a un colega. La «Kremerata Báltica» ofreció el jueves un espectáculo musical con el humor como base, donde el gag, tipo los Hermanos Marx o al estilo de un Tamariz, o desde unos caracterizados Bach y Vivaldi peleándose a cámara lenta, hacía de nexo de unión entre las pequeñas pero exquisitas perlas musicales. Innovadoras y variopintas en sus arreglos, pero no por ello menos interesantes, aunque en su mayoría breves. Desde un Mozart fusionado con la banda sonora del «James Bond» a la espectacular, por la virtuosística precisión con la que la llevaron a cabo, «¿Dónde está el mando a distancia?», donde distintas piezas musicales iban saltando a capricho de los dos cómicos solistas al pelearse, esta vez, con el mando del reproductor. La ironía nunca ha estado reñida con la creación musical. Únicamente podríamos haber echado en falta disfrutar más intensamente de la enorme calidad de una formación como la «Kremerata» y sus dos solistas en obras con un desarrollo un poco más amplio. Algo que, de cualquier manera y afortunadamente, abunda en la programación musical ovetense de conciertos.