Parece que al paseo de los Álamos le llega el tiempo de recuperación que tanto necesita, con arreglos de su pavimento y replanteamiento de su uso, ya que no se pueden recuperar sus costumbres.

El paseo de los Álamos surgió cuando el Campo redujo sus límites actuales como parte del Oviedo nuevo que nacía con la ciudad burguesa que crecía gracias a la estación de ferrocarril que nos unió al mundo exterior.

El Campo, viejísimo bosque franciscano, cedió para hacer el paseo, que hirió aquella tierra por primer vez en 1874 y desde entonces, tras mucha vida y muchos nombres, siendo el recuperado de los Álamos el más antiguo y perdurable, por los árboles de esa especie que lo festoneaban.

La primera reforma importante del paseo, heredero de Cimadevilla y Porlier, se produjo hacia 1925, cuando se taló la fila central de Álamos que lo partía en dos, como para orientar a los paseantes para acá y para allá. También se le cambió el nombre por el de Príncipe Alfonso, en un primer paso de adulación que siguió en 1931 con el nombre de Pablo Iglesias.

El 11 de febrero 1937, hace justamente ahora 73 años, el Ayuntamiento quiso dar a José Antonio Primo de Rivera una plaza que en principio pensaba llamarse de los Caídos, entonces sólo proyecto, en campo libre, cercano al de Maniobras y al camino del Cristo de las Cadenas, por la prolongación de la calle de Santa Cruz, que pasó a llamarse de Calvo Sotelo y, con prisa por homenajear al fundador de la Falange, da su nombre al clásico paseo de los Álamos y propone que la plaza que pensaban dedicarle allá arriba pase a ser de Ruiz de Ada, que se quedó sin ella para cedérsela a los Caídos, que también caen para darle el nombre de Gesta, que mantiene.

Afortunadamente, el paseo fue devuelto a los Álamos, en recuerdo a los primeros que allí se plantearon, sustituidos por otros hacia 1950. También los Álamos tiene su historia, con la aventura del aparcamiento de la Escandalera.

El paseo vivió sus mejores tiempos en los años treinta, antes del incendio de 1934, y se recuperó después de la guerra, hasta que los ovetenses encontraron otras formas de hacer vida social.

Ahora hay lo que hay. El paseo mantiene un pavimento de mármol, obra de Antonio Suárez, sin duda el suelo más artístico que podemos pisar en las calles de Oviedo. Hace cincuenta años se exponía la obra de este artista en la desaparecida sala de la Caja de Ahorros. Este periódico lo reseñaba así: «Una extraordinaria muestra de su última obra. Sobradamente conocido de los aficionados asturianos que han venido siguiendo su evolución, llega en este momento a su rincón natal aureolado por un singular prestigio internacional. Sus obras recorren en estos momentos el mundo, formando parte de la muestra de arte español que, patrocinada por el Ministerio de Asuntos Exteriores, asombra a los críticos de todos los países».

Ahora mismo podemos contemplar obra suya expuesta en la galería de arte Caicoya, en la calle Asturias de Oviedo.

Con el pavimento recuperado, habrá que mirar por él como merece, dejándolo libre de las instalaciones que hasta ahora lo deterioraron, a las que habrá que buscar nuevo acomodo. La losa de Renfe, en el lugar en el que tuvo origen la calle de Uría y su mundo, es un lugar ideal, actualmente céntrico.