Pablo GALLEGO

Alfred Kirchner intenta ir cada día al ensayo en el Campoamor «con una palabra nueva en castellano». Las de ayer fueron «niños prodigio». Así fue cómo el director de escena alemán calificó ayer al reparto de cantantes y actores que, a partir de mañana, darán vida y muerte a «Tristán e Isolda». Tres años después de su última representación en Asturias, y con la misma producción, el drama de amor de Richard Wagner cerrará la Temporada de la Ópera de Oviedo. Un prodigio que no se verá sólo en foso y escena. En las taquillas del teatro apenas quedan entradas para las cuatro funciones del «Tristán» ovetense. Un hecho que, según afirmó el director artístico del ciclo, Javier Menéndez, hace de esta obra maestra de la lírica la de mejor taquilla de toda la temporada.

«Tristán e Isolda» es un reto para cualquier temporada de ópera que quiera afrontar un título de máxima complejidad con garantías. En 2007, cuando el título regresó al Campoamor tras 86 años de ausencia -el estreno en Asturias se celebró en 1921-, el «Tristán» marcó un hito. Ahora, volver a montar esta ópera poco más de tres años después demuestra, según Menéndez, «la consolidación y la madurez», tanto del teatro «como de la Ópera de Oviedo y de su público».

En esta ocasión, levantar una obra de la complejidad del «Tristán» tuvo otro obstáculo: el tiempo. En principio, el Wagner programado para cerrar la temporada número 63 de la Ópera de Oviedo -que cuenta con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA- era «Lohengrin». Pero la crisis económica -que junto al recorte en las ayudas públicas se ha convertido en el caballo de batalla de los teatros líricos- obligó a plegar velas y a buscar una solución.

Mantener los contratos «y el equilibrio en la programación» condujo a programar el «Tristán» que se estrena mañana. Por ello, Menéndez quiso agradecer a los dos protagonistas, el tenor Robert Dean-Smith (Tristán) y la soprano Elisabete Matos (Isolda), su esfuerzo para pasar de cantar Lohengrin y Elsa a interpretar dos de los roles más complejos y exigentes del repertorio. En el caso del tenor estadounidense, por encarnar un rol «en el que no se prodiga mucho, por el gran esfuerzo que supone», apuntó el responsable de la programación, y que ha interpretado en el Festival wagneriano de Bayreuth (Alemania) y en el Metropolitan de Nueva York. Para Matos, por atreverse a debutar como Isolda.

Pero el de la protagonista femenina no es el único estreno de este «Tristán». Además del debut del bajo Felipe Bou como Rey Marke, la función de mañana será la primera vez en la que el director musical de este título, el joven maestro Guillermo García Calvo, dirija este Wagner. Será su primera ópera en España. Al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) -la misma formación que la interpretó en 2007 con una plantilla reducida respecto a la ideada por Wagner, debido a las reducidas dimensiones del foso del Campoamor-, García Calvo tratará de que la orquesta «escenifique el drama con la música».

Al otro lado, a la experiencia de Dean-Smith se unen las tablas de Petra Lang como Brangäne y de Gerd Grochowski, que interpretará en Oviedo su Kurwenal «número 40». En las funciones, el reparto -completado por Javier Galán, Jorge Rodríguez-Norton, Juan Antonio Sanabria y los actores Antonio Velázquez e Izar Gayo- tratará de lograr que el público «perciba el alma humana».

«Es un reto adentrarse en la locura de un amor que no puede vivirse en la tierra, que hay que morir para poder sentirlo», aseguró Matos. Un título en que «hay que medirse para llegar hasta el final» y poner, en el caso de Isolda, «la guinda de la ópera»: el aria «Mild un leise», también conocida como «Liebestod»; la muerte de amor.