Cuando Lucía Martínez (Oviedo, 1980) se matriculó en Ingeniería Química en la Universidad de Oviedo empezó a estudiar alemán, un idioma que, al parecer, resulta útil para quienes se adentran en ese terreno profesional. «La ingeniería no me gustó, pero el alemán sí», cuenta la joven ovetense desde Bochum. Y así fue vislumbrando su destino. Su amor por la lengua de Goethe y su inesperado salto de la Química a la Economía la condujeron a Alemania. Hace siete años que imparte clases de Microeconomía y Teoría del Juego en la Universidad de Bochum, ciudad hermanada con Oviedo.

Del Colegio de las Dominicas dio el paso a la Universidad de Oviedo y desde ella se lanzó hacia el norte de Europa, con un par de estancias breves para mejorar los idiomas en Dublín, Irlanda y en Bochum. La experiencia alemana le resultó tan gratificante, dejó tantas amistades, que volvió a elegir Bochum para su año como «Erasmus» y repitió de nuevo con Alemania cuando, ya acabada la carrera, tuvo ocasión de realizar prácticas en el Instituto de Investigación Económica de Renania-Westfalia, el RWI, en Essen.

Fue así como el destino la guio hasta el lugar donde vive y trabaja, Bochum. Lucía Martínez aceptó la proposición de un profesor de su Universidad, al que conocía de su estancia como «Erasmus» y con el que volvió a coincidir en el RWI. «Me ofreció un puesto en su equipo», dice, aceptó y hasta ahora.

Y no parece tener prisa por regresar a España, aunque admite que si alguna vez lo piensa es por su familia y por Asturias, «que me tira muchísimo. Mis amigos dicen que cuando hablo de mi tierra me brillan los ojos», cuenta. Pero Lucía Martínez ha sabido entender y valorar el carácter alemán. En él, opina, radica la capacidad de esa nación de salir adelante en momentos críticos. La planificación es una de sus mayores virtudes, junto a la constancia, la capacidad de trabajo y el espíritu de sacrificio, destaca. «Al llegar me llamaba la atención que preguntaran por lo que iba a hacer un día determinado de la semana siguiente. ¿Qué sabía yo qué me iba a apetecer dentro de una semana? Pero no, ellos lo tienen todo planificado», refiere Martínez.

Cuenta que los alemanes son reservados y poco dados a dar confianzas a los desconocidos, pero cuando deciden ofrecer su amistad son entregados y leales. Ella no se tomó en serio sus advertencias sobre la «depresión de invierno», por la escasez de luz, hasta que se le vino encima. «Vives de noche, sales hacia el trabajo y es de noche, a las cuatro y media es de noche, los días eran trabajar y dormir, las calles están desiertas», dice. Hasta que descubrió el placer de las relaciones sociales en el hogar y aprovechar el instante: «Sale un rayo de sol y se echan a la calle en chanclas y camisetas. ¿Sabes que Alemania es uno de los países con más descapotables? Llega la primavera y llenan las carreteras con ellos».

Las diferencias entre el sistema universitario alemán y el español son notables. A Lucía Martínez, que no se había planteado esa posibilidad, la enseñanza la «conquistó» poco a poco. «Me gustaron mucho el ambiente y la manera de desarrollar la carrera docente», admite. A las clases magistrales asiste hasta un millar de alumnos, pero en las prácticas, para grupos reducidos, el alumno puede plantear todas sus dudas. «Los profesores son poco accesibles, son los ayudantes los que atienden a los alumnos, porque los titulares no tienen tiempo, todos tienen actividades fuera, asesorías o proyectos con empresas», explica. Ella, además de sus clases ordinarias, imparte seminarios para estudiantes afganos de intercambio.

Lucía Martínez disfruta de su vida alemana. La proximidad de su hermana Paula, que reside en Bruselas y está a sólo tres horas de tren, compensa en parte la lejanía de sus padres -es hija del ex edil del PSOE Avelino Martínez-. De momento, su destino la retiene en Bochum.