Ha finalizado la temporada de rebajas en el comercio asturiano, en la que se han movido 100 millones de euros, pero que ha sido peor que la del pasado año. Son, por tanto, el comercio y la hostelería los que se están enfrentando a un año muy difícil. Así me lo confirma Francisco Rodríguez, hostelero cangués afincado hace muchos años en Madrid, donde tiene el restaurante La Fueya, y que vino a Oviedo para saludar a su buen amigo y colega Marcelo Conrado Antón, ya recuperado de la grave enfermedad que le aquejó meses atrás. Francisco Rodríguez, empresario versátil donde los haya, tiene también a su cargo la comunicación de los viñedos y bodegas García Figuero, situadas en La Horra (Burgos) y de gran aceptación en los establecimientos asturianos. Me confirma también que, pese a la crisis -la capital de España no es ajena a ella, aunque quizás esté más diluida-, empresarios asturianos del sector hostelero están colocando Asturias a muy alto nivel, caso de Sandro Silva, el discípulo distinguido del desaparecido Fernando Martín, y su esposa Marta Seco, que con sus establecimientos en pleno centro, El Paraguas y Ten Con Ten, son hoy punto obligado de referencia para el buen yantar en Madrid. O Carlos Tejedor, cuyo grupo es propietario de La Máquina madrileña y desde hace un tiempo tiene la vista puesta en el Principado, donde estudia la posibilidad de invertir en algún complejo importante del sector. Por cierto, me comentan que su antiguo socio, Moncho, el de La Máquina de Lugones, va a jubilarse en breve. Sé que la sucesión está garantizada por lo que, me consta, la buena fabada que en ella se ofrece no corre peligro. Me cuentan también que otro establecimiento asturiano abre sus puertas en Madrid, El Esbardu -la cría de oso en bable de Proaza-, concretamente en la calle Maldonado, donde había un restaurante llamado La Giralda. Quien lo pone en marcha es el propietario de La Venta de Oso, que supongo continúa siendo el empresario langreano José Villanueva, con el que Fernando Martín, tanto en esa venta como en El Higuerón, en Málaga, colaboró durante años. También ha puesto su pica en Madrid el inquieto Nacho Manzano, que ha cogido el local en el que estaba el restaurante Amparo, propiedad del empresario Arturo Fernández, como otra embajada más de la gastronomía asturiana, que es universal, en la capital de España.

Pero pese a la crisis, que hace que algunos restaurantes de lunes a jueves no abran ya durante la noche, en Oviedo continúa habiendo emprendedores e inversores que apuestan por nuestra ciudad y su público cara al futuro. Y no se pierdan un dato: emigrantes asturianos en Hispanoamérica están retornando capitales a nuestra tierra porque creen en ella. Por ejemplo, un destacado empresario de Buenos Aires acaba de adquirir el local de la antigua cafetería Cerchas en la calle General de Elorza al grupo Carbajosa, que tuvo durante un tiempo un establecimiento de máquinas de juego en el mismo, mientras una franquicia de yogures se está instalando en el local de la antigua confitería de San Juan, o un belmontino de pro, Carlos Méndez Colado, continúa su apuesta por Asturias con importantes inversiones en inmuebles en Oviedo y Gijón y la cafetería Solera en la calle del Rosal. Natural del bonito pueblo de Vigaña de Arcello (Belmonte de Miranda), hace muchos años que se fue para Nueva York, donde tiene un restaurante al lado de Central Park. Soltero, pero apoyándose en sus sobrinos, vive a caballo entre Asturias y Nueva York con la hostelería como principal punto de referencia y, me consta, algún proyecto más tiene entre manos para nuestra ciudad. Nada mejor que apostar por la tierra de uno.