Rosario Blanco, la madre de María Luisa Blanco, la mujer discapacitada que fue asesinada y descuartizada en 2009 en un domicilio en el barrio ovetense de Vallobín, en Oviedo, ha explicado este martes en la vista oral del juicio los malos momentos que pasó los días previos al crimen por culpa de los inquilinos que tenía en casa, acusados del asesinato. "Me tiraban al suelo varias veces y me apretaban la garganta hasta perder el sentido", ha explicado.

El suceso se produjo en la noche de San Juan de 2009 en el mencionado piso, donde vivía Rosario Blanco, junto a la víctima, otro hijo, Pablo B. y tres jóvenes inquilinos, Cristian M. Jesús V. y la pareja de este, una menor, que también tenían un bebé. La Policía encontró el cadáver de María Luisa descuartizado en el congelador. El hermano de la víctima reconoció su participación en el crimen y a partir de ahí arrancó la investigación del macabro crimen.

El fiscal solicita 111 años y 11 meses de cárcel para los inquilinos, Jesús V. y Cristian M por delitos de asesinato y maltrato habitual, junto con tres delitos contra la integridad moral, entre otros. Al tiempo, pide una condena de 25 años y ocho meses de prisión junto con el pago de una multa de 540 euros para el hermano de la mujer, Pablo B., por los delitos de asesinato, maltrato habitual, lesiones, agresión sexual y profanación de cadáveres.

Lo que ha descrito este martes la mujer frente al juez, con serias dificultades a la hora de expresarse y alguna incoherencia, ha sido que en ese piso existía un estado en el que los inquilinos sometían a los propietarios "Yo les tenía miedo, me amenazaban con hacerme daño", ha señalado.

De hecho, ha indicado que ella tenía que dormir en el suelo de la casa, obligada. Y que cuando Jesús V. y Cristian M. estaban cerca ni siquiera podía dirigirles la mirada. "No le gustaba que mirara hacia ellos", ha señalado. "También nos obligaban a bañarnos en agua fría, a mí y a mi hija", ha indicado.

"No nos dejaban hablar entre nosotros", ha llegado a decir la mujer, explicando las dificultades que tenían sus hijos y ella, aterrados por sus inquilinos, que llegaron a casa precisamente de la mano de su hijo Pablo B., quien llevó en agosto de 2008 a Cristian M. a casa. "Decía que no tenía dónde dormir, y yo le dije que, bueno, que se viniese; luego en septiembre trajo también a la pareja, Jesús V. y la menor", ha señalado.

Con el paso de los meses, la convivencia comenzó a hacerse insoportable y, según la madre de la víctima, los nuevos inquilinos pasaron a 'dominar' a los habitantes del piso. "Nos rompieron los teléfonos y nos quitaron las llaves, no teníamos libertad para salir a la calle", ha manifestado ante el juez.

Ha establecido además cierta jerarquía en relación a quién era el que estaba al mando. Ha explicado que esa persona era Jesús V. y que, cuando no estaba, ese papel lo jugaba Cristian M. A Jesús V. tenía que dirigirse como "el duque" porque era "el amo de todo". A preguntas del fiscal, Rosario Blanco ha recordado que incluso tuvo que presenciar una relación sexual entre sus propios hijos al ser obligados por los inquilinos.

DENUNCIA

En su declaración, Rosario Blanco ha dado a entender que la situación se convirtió en violenta a raíz de que ella misma acudiese a un asistente social para explicar la situación. Este la derivó a una abogada, que le invitó a denunciar ante la Policía la situación. Y así lo hizo en mayo de 2009.

Sin embargo, con posterioridad acudió a retirar la citada denuncia. "Ellos no querían que viniesen policías ni nadie, no querían marcharse del piso", ha manifestado en su declaración, que ha tenido que realizar en el juicio a menos de dos metros de los acusados, con los que no ha cruzado mirada.

A todos esos maltratos añadió que los inquilinos utilizaban su tarjeta de crédito para hacer compras para su propio beneficio.

LA MENOR Y EL DÍA DEL CRIMEN

Rosario Blanco acusó además a la menor que era pareja de Jesús V. de querer el fallecimiento de su hija desde el primer momento. "Empezó a decir que qué ganas tenía de verla muerta y cuando por fin la vio, se puso más contenta que un gallo", ha dicho.

La madre de la víctima, dijo que el día del crimen, la noche de San Juan de 2009, lo presenció escondida tras una puerta. "Tuve miedo por mi vida", comentó. Escuchó a su hija "hasta las últimas palabras".

Y cuando trasladaron el cadáver de su hija a un dormitorio, ha dicho que la menor "se puso encima de ella, estaba más contenta que otra cosa".