Javier NEIRA

A las nueve y veinticuatro minutos de la noche, el mejor dúo de la historia de la música se hizo dueño del auditorio Príncipe Felipe de Oviedo. Adán -el barítono William Berger- y Eva -la soprano Eleanor Dennis- cantaron «De tu bondad, Señor y Dios nuestro, están llenos los cielos y la tierra» con la OSPA, llevada a buen tiempo por el maestro Benjamin Bayl y, después, completado todo por el poderoso -y en ese pasaje, sutil- Coro de la Fundación Príncipe de Asturias. El derroche de belleza de «La Creación» de Haydn llegó a su punto más alto.

Los 34 números del impresionante oratorio, un auténtico Génesis musical, se fueron desplegando en la noche de ayer como una forma de intensa y honda meditación. Y es que nadie que oiga «La Creación», en una buena versión, como fue el caso, vuelve a ser el mismo.

La introducción orquestal dejó claro que Bayl, que no es nuevo en la plaza, se sometía inteligentemente a los dictados de una obra maestra. Y el barítono Berger mostró su calidad a las primeras de cambio. Así fue durante la vertiginosa sucesión de arias, dúos, tríos, recitativos seccos, acompañados y conjuntos con la coral. «La hueste de los bienaventurados contempla con estupor las maravillas divinas», cantó muy bien la soprano Eleanor Dennis, en el papel del Arcángel San Gabriel, y de nuevo el barítono ofreció una excelente aria, «En olas de espuma». El tenor Topi Lehtipuu destacó en el recitativo secco y siguiente aria, «Con todo su esplendor», para cerrar la primera parte de las tres de la obra con un trío muy logrado.

El quinto día de la Creación, con un nuevo trío, fue de lo mejor de la noche. Los trombones subrayaron el recitativo del barítono «Y se abrieron entonces las entrañas de la tierra. La tercera parte fue pura alegría de vivir. Una encendida oración cristiana -y quizás un canto masónico paralelo- todo agradecimiento, humanismo y sana naturaleza. El dúo indicado de Adán y Eva con el amor de la primera pareja -tan políticamente incorrecto: «tu voluntad es mi ley», le dice la primera mujer al primer hombre- y una coral fugada para rematar el monumento musical con cuarteto de solistas, y una ovación de cuatro minutos de duración con el público encantado y los músicos celebrándose unos a otros.