Antonio Blanco Cano tiene 94 años y sigue trabajando en el campo muy de vez en cuando porque todavía le gusta subirse al tractor. "Ahora no hago nada, dar la lata", bromea. Pilar Fernández Gómez aún tiene más años que él, 101, y está muy pendiente de su huerta. "Es que yo soy un poco necia y gústame tanto...". De paso, comenta que tiene "les patatines nacides". Los dos, Antonio y Pilar, son los "Paisanos del año" de la feria de la Ascensión. En su memoria y en sus cuerpos llevan la huella de una vida "dura, muy esclava, al agua, al sol...", en palabras de la mujer, pero cuando hacen balance, después de pensárselo unos segundos, deciden que están "contentos" de haber llegado hasta aquí.

El Ayuntamiento de Oviedo les rindió un homenaje ayer por la mañana, en el auditorio Príncipe Felipe, y con ellos a otros catorce hombres y mujeres del campo asturiano, con unos premios que tienen ya años de historia y en los que colaboran la Fundación Caja Rural, la corporación Radio Televisión Española y LA NUEVA ESPAÑA.

Los grandes protagonistas fueron Antonio Blanco y Pilar Fernández. Él nació en el lugar de Pena, en el concejo de Valdés. Su familia se trasladó a Bustellán, en Tineo, para trabajar la tierra y, pasado el tiempo, él sigue allí. Amagó con hacer carrera militar tras la Guerra Civil y pasó cuatro años en el Ejército, en Madrid. Su padre tenía una carbonería en la capital y le obligó a licenciarse para ayudarle en el negocio, hasta que Antonio se cansó de cargar sacos de carbón, se rebeló y regresó a Asturias. "Compré algo de hacienda, hice una casa en Pena y seguí con la trashumancia", cuenta. A partir de ahí construyó su vida. Todo ha sido trabajar "muy fuerte", reconoce, pero afirma que nunca le ha tenido "miedo ni a la vida ni al trabajo". Tiene dos hijos, cuatro nietos y cuatro bisnietos.

Pilar Fernández tiene otro tanto que contar. Ella nació en Yerbo, en la parroquia de Miño, en Tineo; fue la sexta de diez hermanos, su padre era madreñero y tenían ganado. Aún recuerda cómo cargaban la pación "al hombro o a la cabeza". Al cumplir los 20 años Pilar se fue a servir a Gijón y es a los 30 años, al casarse, cuando regresa a Ambás, a la finca "El Montico". Su marido trabajaba en La Azucarera y además mantenían algo de ganadería, pero a ella lo que más le gustó siempre fue la huerta.