Hay mucho tesón, gran curiosidad y, sobre todo, amor a la profesión en la exposición "La barbería. Historia de un oficio", en la que se exhibe la colección privada de utensilios y objetos de barbería del peluquero asturiano Ramiro Fernández y que puede verse en la plaza de Trascorrales. Es cierto que la muestra, para cuya exhibición hubo inexplicables problemas políticos, cuenta con otros apartados, pero interesa subrayar, por su gran valor etnográfico y museístico, el dedicado a la historia del oficio de barbero, que, como muy bien se detalla, se remonta al Antiguo Egipto, 3.000 años antes de Cristo. El acertado montaje de Luis Antonio Suárez permite hacer un recorrido por este trabajo, siempre a través de los útiles, desde el siglo XVIII hasta nuestros días.

Ramiro Fernández ha ido adquiriendo o guardando todas estas piezas, algo más de doscientas, a lo largo de toda su vida. Las custodia en un local al que, periódicamente, acude con un grupo de colaboradores, para mantenerlas limpias y en buen estado. La colección la componen mobiliario -hay un sillón Koken de barbero de 1885-, escupideras, navajas, tijeras, bigoteras, espejos, secadores, frascos, maquinillas de afeitar, suavizadores, esterilizadores y otras piezas que se han utilizado desde entonces hasta la actualidad, complementadas con un panel de viñetas publicitarias anunciando todo tipo de "milagros" para vencer la calvicie. Como dice el propio Ramiro Fernández, en más de cincuenta años de oficio, no he visto crecer el pelo a nadie que se le haya caído. Sorprende también, entre las viñetas, la que publicita durante la posguerra un sombrero con el texto: "Los rojos no usaban sombrero". Olvidó la casa anunciadora, denominada Brave y ubicada en la madrileña calle de Montera, que dos ilustres republicanos, nada menos que Manuel Azaña, presidente de la II República, y el poeta Antonio Machado, entre otros, sí utilizaban ese complemento. Ambos murieron en el exilio en la vecina Francia; el primero en Montauban, en 1940, y el segundo en Colliure, en 1939.

Los barberos llegaron a ejercer, hace ya mucho tiempo, de cirujanos y dentistas y las barberías fueron lugares de conspiración política y de tertulias filosóficas. Hoy siguen siendo espacios de tertulia social, y su presente, según Ramiro Fernández, está muy ligado al movimiento "hipster" y al creciente cuidado estético y personal masculino. La exposición se completa con las magníficas caricaturas y viñetas de conocidas personalidades asturianas y españolas, dibujadas por Pablo García, a quienes Ramiro Fernández hizo un estudio psicoestético en una serie publicada en LA NUEVA ESPAÑA. Y también se exhibe uno de esos estudios que realizó a Pedro de Silva cuando éste era presidente del Principado. Las fotos permiten ver cómo el entonces político socialista tenía una "Imagen Personal Atascada" (IPA) y cómo, tras el cambio propuesto por Ramiro Fernández, pasó a tener una "Imagen Personal Impulsora (IPI).

Hay también un espacio dedicado al fútbol, en el que pueden verse camisetas de la selección española -Ramiro Fernández es su peluquero oficial- y de otros equipos, todas firmadas y dedicadas, además de recuerdos y objetos relacionados con los campeonatos en los que participó y en los que ganó La Roja. Los futbolistas son hoy, dice el peluquero, los personajes populares que marcan tendencia en moda y estética. Se completa con un cariñoso texto que firman Raúl González Blanco e Iker Casillas, en el que ambos deportistas expresan su admiración y cariño por el peluquero allerano. "Ramiro ama su profesión con verdadera pasión y, al mismo tiempo, la mima y la cuida con exquisita delicadeza en las cabezas de los demás". Y añaden: "El hombre que tiene más camisetas de futbolistas de toda España dedicadas personalmente por los profesionales es, curiosamente, el hombre que no nos pidió ninguna".

Por último, la muestra incluye su interesante colección personal de arte, constituida en gran parte por grabados, y con interesantes piezas firmadas, entre otros, por Miró, Tàpies, Chillida, Eusebio Sempere, Arroyo, Richard Serra, Miguel Galano, Úrculo y Carlos Sierra; este último firma un dibujo del propio Ramiro Fernández. Interesantes las dos esculturas de Fernando Alba y José Luis Fernández.

Una exposición que merece ser visitada, y no sólo por la colección. Ramiro Fernández, que sigue al pie del cañón, es uno de esos ciudadanos a quienes ocupa y preocupa el pasado, porque la historia suele explicar el presente. Tal vez porque es consciente de que quien pierde la memoria pierde también la identidad.