Por los nombres que llevaban en el patio. Así se saludaban ayer, entre besos y apretones de mano, los 110 antiguos alumnos del colegio y la academia Mateo Llana (Oviedo 1918-1993) que celebraban su XVI encuentro anual. Estaban Conchita, Cano y "Roxín". Y muchos otros, casi todos mayores de 70 años, que acudieron a una cita para la fiesta y el recuerdo.

Después de celebrar una misa en honor a Mateo Llana y de todos los exalumnos y profesores fallecidos, el centenar largo de asistentes se reunió para celebrar una comida en el hotel Silken Monumental Naranco, en Vallobín. "Lo hacemos aquí porque muchos somos de este barrio", destacó Manuel Martín Cano. Cano o Manolo para el centenar largo de compañeros con los que ayer compartió mesa y mantel.

El colegio Mateo Llana estaba en La Argañosa aunque su fundador abrió después una academia en la calle Santa Susana donde impartió clases de contabilidad, cálculo mercantil, comercio y mecanografía. Cano forma parte de la comisión organizadora y destacó, orgulloso, que "después de tantos años hay muy pocos colectivos en la ciudad que tengan la afluencia que tenemos nosotros".

"La media de edad es de 70 años y hay tres que vienen en silla de ruedas", explicó Manuel Martín. Uno de ellos es Ángel Rodríguez. "Roxín" para los que fueron con él al colegio. "Me lo llamaban por el pelo. Ahora no tengo pero antes era rubio", explica el propio Ángel Rodríguez, que primero jugó a los bolos ("fui bastante bueno") y luego se pasó a la petanca para ganar ocho veces el campeonato de Asturias. Se había perdido los cuatro encuentros anteriores debido a que le amputaron las piernas pero este año volvió a la carga. Y lo hizo con sus hermanos Roberto y Lorenzo, también antiguos alumnos y habituales a la cita. Llegaron con fotos antiguas, en blanco y negro, de grupos de niños en formación. Y las pasaron de mano en mano rememorando anécdotas y tratando de adivinar quién aparecía en cada instantánea.

La misma situación se repitió a la entrada del salón que albergó la comida donde en una de las paredes se colocó una pequeña exposición. Fotos de las distintas promociones y de las instalaciones de los centros escolares convivieron sobre la pared con recortes de prensa que elogiaban la figura de Mateo Llana. Y sobre ellos se iban inclinando los asistentes para buscarse a sí mismos o a compañeros de pupitre de la época.

La nostalgia de los años del pupitre y las lecciones de Don Mateo se sentó después a la mesa. Tras la comida se celebró un sorteo de vinos, cuadros y otros obsequios que aportaron los propios exalumnos. Detalles que convirtieron un encuentro de recuerdos en un día para no olvidar.