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Visiones De Ciudad

"Oviedo, un cuento de hadas"

La primera visita de Woody Allen coincidió con una edad de oro en la que la ciudad era referente en turismo, congresos, actividad cultural y patrimonio

Soon Yi y Allen, en su paseo por Oviedo en octubre de 2002. JESÚS FARPÓN

Fue un día de finales de octubre de 2002, un día de esos en los que el invierno todavía no ha llegado y el clima templado de Asturias, acompañado de unos oportunos rayos de sol, te regala una tarde extraordinaria para pasear por Oviedo. La ciudad se preparaba para albergar los Premios Príncipe de Asturias, volvíamos a convertirnos por un día en la capital cultural del mundo. Como cada año, regresaba a mi ciudad para trabajar los días previos a la entrega en el departamento de prensa de la Fundación. Mi jefe, Felipe, vino a buscarme con una de sus tímidas sonrisas de "te voy a dar una alegría":

-Julio, Woody quiere conocer Oviedo. Nos vamos con él de paseo.

Y así comenzaron dos horas de esas que forman parte de los momentos estelares de mi historia personal: por lo que significó para mí ese paseo con la comitiva de un director de cine cuyas películas coleccionaba y por lo que significó para mí lo que significó para él, para 'Woody', ese paseo por Oviedo: Los Álamos, Fruela, el Fontán, el Ayuntamiento y la Catedral, donde LA NUEVA ESPAÑA tomó la foto que llevaría al día siguiente en su portada. Luego ya enfilamos la calle san Francisco, con el rectorado de la Universidad, el Teatro Campoamor, donde recibiría el premio horas después, la calle Pelayo y la de Milicias Nacionales, justo el mismo lugar en el que una estatua suya recuerda ese paseo histórico por Oviedo.

Allen disfrutó nuestra ciudad de una manera exagerada para los que hemos nacido en ella. Él se mostraba entusiasmado. Nosotros, orgullosos. Y ahí brotó esa idea que acabaría verbalizándose en esta descripción que no hemos olvidado: "Oviedo es una ciudad deliciosa, exótica, bella, limpia, agradable, tranquila y peatonalizada; es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera... Oviedo es como un cuento de hadas".

Ya lo he dicho. Era 2002. Por entonces, los ovetenses presumíamos de una ciudad que brillaba, después de una década de esfuerzo que nos había puesto en el mapa. Primero, con una apuesta audaz por embellecer la ciudad y destacar su espíritu. Edificios rehabilitados, calles peatonales en el centro, nuevos elementos ornamentales, un Campo de San Francisco cuidado por el día e iluminado por la noche? El nombre de Oviedo crecía con la notoriedad de los Premios Príncipe de Asturias, mayor cada año. Y con la vida cultural, desbordante en una ciudad de 200.000 habitantes: a la intensa agenda del Campoamor y el Filarmónica y el nuevo Auditorio se habían sumado desde 1991 conciertos de referencia internacional en el Carlos Tartiere (Michael Jackson, "U2"?). La palabra "Oviedo" sonaba en todas las emisoras nacionales gracias a nuestro equipo de fútbol, en primera división durante 15 años y jugando incluso en la UEFA.

Y si el número de turistas que venían con su familia se multiplicaban, también comenzaban a hacerlo los que venían por negocios. Es decir, a congresos. ¿Os acordáis de los antiguos depósitos de agua de Pérez de la Sala? Una especie de fortaleza con grandes muros de piedra vista, cerrado en todo su contorno con una gran verja de hierro y coronado a modo de tejado con un cuidado césped. Esa estructura que podía ver desde la ventana de mi habitación se convirtió en unos meses en un Auditorio que también acogía un Palacio de Congresos. Y así, con las ideas claras y mucho trabajo, nos convertimos en la primera sede de turismo de congresos del norte. Igual albergábamos un Sorteo Extraordinario de la Lotería Nacional que un Congreso Internacional de Cardiología o, incluso, una reunión del ECOFIN, con todos los ministros de Finanzas de la Unión Europa acompañados de sus equipos y todos los medios internacionales.

Las miles de personas que nos visitaban cada año se empapaban de nuestro pasado. La segunda capital después de Cangas de Onís, tras la Reconquista, deslumbraba con sus monumentos prerrománicos del Naranco y con la antigua Iglesia Mozárabe de San Julián de los Prados, y con la Catedral y todo su entorno, un casco antiguo repleto de edificios históricos, palacios medievales, jardines y plazas recoletas? Todo, cuidado con esmero, reflejaba un buen gusto, una armonía y una calidad de vida que conquistaban al aluvión de visitantes que se animaban a conocer Oviedo.

Unos pasaban por aquí en su viaje para disfrutar con nuestra naturaleza; otros atravesaban nuestra ciudad como parte de una rama del camino de Santiago (ya sabéis: "Quien va a Santiago y no a Salvador / visita al criado y no al Señor").

Otros venían de camino a nuestras playas para refugiarse de otras abarrotadas del sur que marcaban treinta y pico grados; otros acudían dispuestos a sucumbir a nuestra gastronomía; y otros, conquistados con el boca a oreja? Pero todos se iban admirados por una ciudad que no conocían.

Y esa nueva estrategia nos sacó de ese 'síndrome de La Regenta' que nos hacía cerrarnos en nosotros mismos y dinamizó la ciudad. Desde un punto de vista filosófico, sí, pero también económico. Se modernizaron muchos negocios, se multiplicó por tres la oferta hotelera.

Debo reconocer que ese Oviedo murió de éxito. El proyecto creció sin descanso hasta que alcanzó cotas inasumibles, como un Calatrava innecesario que, seamos honestos, no cabe donde se ha edificado. Y la corrupción que se fue colando a golpe de talonario. Y el derrumbe de esa concepción de la ciudad nos ha traído aquí: con ese gran edificio infrautilizado, una plaza de toros a punto del derrumbe; muchos de los antiguos edificios emblemáticos decorados con pintadas y grafitis; y una nula estrategia para la imagen de marca de nuestra ciudad que se permite incluso criticar y despreciar los Premios Princesa de Asturias.

No es difícil reconstruir esa ciudad que glosaba Allen ("deliciosa, exótica, bella, limpia, agradable, tranquila y peatonalizada") e incluso actualizarla a 2020. Contamos con los cimientos, con la experiencia para volver a hacerlo y con el conocimiento para evitar los riesgos que llevaron a su colapso. ¡Vivimos en esta joya! Y, como dice 'Woody', "el 80 por ciento del éxito es estar allí".

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