La claves de futuro de La Corredoria, un granero cargado de esperanzas

La tensión entre lo urbano y lo rural y su condición de frontera marcan la vida de unas calles enmarcadas ahora por el HUCA

Pirámide de población  de La Corredoria.

Pirámide de población de La Corredoria. / David Cabo

Chus Neira

Chus Neira

Como los viejos hórreos y paneras que todavía jalonan su primitivo esqueleto de camino rural, el barrio más populoso de Oviedo sigue siendo el granero demográfico del municipio y uno de los pocos de la región. La Corredoria es un milagro en ese y en otros sentidos, una entidad poblacional que va camino de los 20.000 habitantes (19.798 el año pasado) y que concentra el 13% de la población infantil, hasta los nueve años, del municipio. Ha pasado ya medio siglo desde que las primeras promociones de vivienda social, en La Carisa, comenzaron a dar forma de barrio a estos terrenos, y las últimas viviendas de Prado de la Vega, asomadas a la cara Sur del distrito, con vistas al HUCA y a la sierra del Aramo, empiezan a rematar hoy su última fachada.

Hay cosas que no han cambiado. El camino desde el centro de Oviedo, después de bajar por la avenida del Mar y continuar por Pontón de Vaqueros y La Estrecha, es un dejarse caer hasta que La Corredoria vence a la cuesta y despeja el horizonte. Aquí empieza el viaje, el camino a Gijón de la vieja carretera de Castilla diseñada en tiempos de Carlos IV. Han pasado más de doscientos años, pero pocos lugares en Oviedo conservan más huellas de aquel trazado.

La fuente de los Cuatro Caños formaba parte de la infraestructura viaria y mantiene la inscripción que lo atestigua. También, el mojón de la Media Legua, unos metros más allá. La piedra señalaba el punto equidistante, dos kilómetros y medio hacia Oviedo y otro tanto hacia Lugones. Hoy, la geografía no ha cambiado pero sí los hitos. Una gran valla publicitaria indica que hay exactamente 2,2 kilómetros entre uno y otro centro comercial de la misma cadena, desde la avenida del Mar y hasta la citada localidad de Siero. Más rastros en Cuatro Caños. Si aquí estuvo el célebre taller de carros de Santos Secades, reflejo del origen del topónimo Corredoria, hoy el local de la DGT y la Seat presiden la entrada al barrio.

Un poco antes, en la medianera de uno de los primeros edificios, se puede llegar a intuir con mucho esfuerzo un gran anuncio de esos que en la segunda mitad del XX se pintaban sobre el muro. "Centri-tub", tubos centrifugados. Debajo, en pintura reciente, de hace pocos meses, se anuncia un local de estética. Los tiempos han cambiado y La Corredoria ha mudado su sueño industrial por otros destinos. Junto a la urbanización "Jardines del Principado", que conserva esa tipología de garita y barrera de entrada, se hace difícil pensar que el centro social del Cortijo fue en su día edificio residencial dentro del proyecto fabril de La Curtidora de González Alegre. El resto es historia: La finca acabó en manos de la familia Rato Figaredo y luego en centro social y biblioteca, uno de los locales de este tipo de mayor dinamismo de todo el barrio. A la puerta, la parada del bus, el C2, está llena de viajeros a primera hora de la mañana.

El resto del camino permite comprobar que La Corredoria, pese a haber completado su expansión y estar a punto de agotar su crecimiento, conserva todavía muchas tensiones internas que, quizá, formen parte de su identidad. La más evidente es la del mundo urbano y el rural. Hay casinas de hace casi un siglo en pie, cuadras y algún chamizo, parcelas con la hierba muy crecida frente a manzanas de pisos con mucho orden y una fuerza vecinal que se expresa en la altísima densidad de parques infantiles. Todos los que empezaron a poblar esta zona de Oviedo, en gran parte procedentes del Suroccidente asturiano, de Cangas del Narcea, de Ibias, de Tineo, se ganaron la calidad de vida con mucho trabajo. Barriadas como La Carisa ya no son hoy un universo plegado sobre sí mismo y mal conectado por caleyas sin asfaltar. El desarrollo viario y el nuevo parque de edificios se comió ese paisaje, aunque hay todavía un rastro de tipología radial, de manzanas construidas para dentro que uno podría apreciar desde el aire y que por el interior de sus calles acaban pareciendo un laberinto, despistando más que perdiendo al viajero. Esa geometría del círculo está en la plaza del Conceyín, que aquí llaman Los Cuatro Parques por esas cuatro parcelas que, efectivamente, tiene en cada cuadrante, pero uno también ve La Corredoria redonda repetida aquí y allá, en la terraza exterior y curva del Vivero de Ciencias de la Salud o en la envolvente de las escaleras del Corredoria Arena.

Quizá el recurso concéntrico sea una consecuencia de su condición de frontera. Porque la Corredoria no puede seguir estirándose. Se da de bruces con el Nora. Al otro lado está Siero. Es en ese extremo donde lo rural vuelve a invadirlo todo. Por la senda del colesterol pasean jubilados y perros entre las vías del tren y zonas de bosque y pradería donde pastan las vacas. Un día todo esto será un parque fluvial y Oviedo volverá a mirarle la cara a ese río que lo circunda y al que todavía sigue dándole la espalda. Quedan terrenos, muy cerca, en La Malata, por los que La Corredoria podría crecer, pero los criterios de zona inundable de la Confederación Hidrográfica lo han vuelto difícil.

A la salida del paseo, extremo Este del barrio, otra frontera: la autopista. El ruido del tráfico es constante pero la buena jardinería y las sendas peatonales equilibran la balanza. Los habitantes de esta zona de Oviedo han logrado otro hito. Las segundas y terceras generaciones de las familias que se instalaron aquí han comprado en La Corredoria y se han quedado a vivir. Así que los abuelos, y sus hijos entretienen las horas en los huertos urbanos mientras en un banco cercano se distinguen las huellas de un botellón de la noche pasada: latas de Monster carbonizadas entre los restos de una pequeña fogata. Chavalería por la noche y trabajos hortelanos durante el día que incluyen cultivo floral y buenas cosechas desde hace doce años, cuando inauguraron estas parcelas.

La prueba del nueve del crecimiento de este barrio y de las conquistas que los residentes van arrancando poco a poco a las administraciones está en el aire unos metros más allá, subiendo en dirección al HUCA por Prado de la Vega. Detrás de las obras del nuevo instituto de La Corredoria juegan en el patio los niños del Carmen Ruiz-Tilve, uno de los tres colegios públicos del distrito. El centro de secundaria vendrá a paliar la saturación que vive el otro equipamiento, construido para unos 600 alumnos y hoy con más de 1.000. El nuevo IES será el más grande de Asturias y podrá acoger a 700 estudiantes. Era una reclamación histórica que ahora está a punto de lograrse, como lo fue, en los últimos años, el enlace con la AS-II, al otro lado del ámbito.

En el extremo Sur, donde nace el nuevo instituto, La Corredoria se toca con La Monxina pero mira al HUCA. El nuevo hospital ha venido a cambiarle la cara a esta zona del barrio y a rematar su fachada. Los edificios de reciente construcción que rematan este eje que va de Molinos de Sinicio a Aguamiera se miran al parque del nuevo hospital y cambian el envoltorio del distrito. Dentro del barrio se perciben otras tensiones: Todas esas construcciones que Sogepsa desarrolló con un patrón muy falto de bajos, apoyadas en soportales, le quitan vida comercial a las calles. Hay todo tipo de restaurantes pero ninguna pescadería, por ejemplo, y la vida diaria, la de la compra, se estructura entre los ejes que van del Alimerka de La Estrecha al Mercadona de Molín de la Casuca, con algún Masymas de por medio. Que haya salud. El corazón de la Corredoria está entrenado en el Díaz Vega, en el campo de La Carisa, en el Arena y en el polideportivo Yago Lamela. El Oviedo Moderno, el equipo de fútbol femenino salido de este barrio en los ochenta, tiene el nombre en una glorieta. Hay deporte y hay equipo.

Representantes vecinales históricas de La Corredoria como Mayte Orozco dicen que este es el mejor barrio del mundo, pero cabe preguntarse qué le falta y qué le espera para el futuro a este distrito. En el lado negativo, el barrio figura habitualmente como uno de los de renta más baja en el municipio e incluso en Asturias. Las cifras, no obstante, fluctúan mucho (de 15.114 a 26.260 euros brutos anuales) según el ámbito de la muestra, que puede incluir los distritos vecinos, y en alguno de los últimos informes del INE también constaba como uno de los que más había incrementado su renta, casi 3.000 euros más en cuatro años. Tras estas cifras hay una esperanza evidente. El vivero de Ciencias de la Salud y los institutos del CSIC del Carbono y de Lácteos trazan sobre el mapa un eje que señala a un futuro basado en la innovación y el desarrollo tecnológico, muy vinculado a ese proyecto de un polo biotecnológico en el municipio.

Parece que ya lo saben en el patio del instituto de La Corredoria, donde han realizado una gran pintura mural que mira hacia los equipamientos del CSIC en la que se lee: FUTURO.